Está claro que no se va a alcanzar la meta de controlar el cambio climático. En la comunidad científica, muchos reclaman medidas inmediatas, pero en aras del realismo político se aceptó un objetivo poco ambicioso. Resumiendo, el acuerdo era detener el aumento del clima antes de 2020 y desde ese año dar inicio a un proceso destinado a revertir gradualmente el cambio climático hasta niveles seguros, para ser concluido antes de 2050. No obstante, en los últimos cuatro años ya se ha registrado un aumento de la temperatura de un grado, y solo resta otro grado hasta 2020.
El mundo se está dividiendo claramente en dos, que caminan cada uno por su cuenta, en una situación que podría llamarse la paradoja de Acapulco.
La imagen de Acapulco, en su versión oficial: un encantador enclave turístico de México, con paseos a caballo en las playas, un lugar privilegiado por la naturaleza y enriquecido por hermosas villas, lujosos restaurantes, un lugar para la felicidad y el relajamiento. En cambio, en la versión de los lugareños es un paraje desgarrado por bandas criminales, con varios muertos diarios, donde los habitantes viven atemorizados e inseguros.
Cada día recibimos datos sorprendentes, que deberían crear alboroto y desencadenar acciones. En cambio, la vida transcurre como si esos datos nada tuviesen que ver con nuestras vidas.
Un buen ejemplo es el cambio climático. Bien sabemos que se nos está acabando el tiempo. Es nada menos que nuestro planeta lo que está en juego. Pero algunas grandes compañías energéticas son capaces de escabullirse, en medio del silencio ensordecedor de la humanidad.
Es triste ver como un continente que fue cuna de una civilización, está marchando ciegamente hacia una trampa: la de una guerra santa contra el Islam. Para eso, bastaron tres terroristas musulmanes y un ataque asesino al semanario parisino Charlie Hebdo.
Es necesario salir de la comprensible oleada del «todos somos Charlie Hebdo» para examinar los hechos y entender que estamos en manos de unos pocos extremistas, colocándonos a su mismo nivel.
Ya es oficial: el actual sistema intergubernamental no logra actuar en beneficio de la humanidad. La 20 Conferencia de las Partes (COP 20) sobre cambio climático, concluida en Lima el 14 de este mes, ha producido un proyecto de acuerdo que ha sido adoptado por todos, simplemente porque no implica ninguna obligación.
Tan solo dos meses después de haber asumido el cargo, el gobierno socialdemócrata sueco presentó su dimisión el 3 de diciembre, luego de que el xenófobo y ultraderechista partido Demócratas de Suecia se alineara con la alianza opositora de centroderecha, dando paso a que en marzo próximo se celebren elecciones anticipadas. En Europa, Suecia siempre fue un símbolo de civismo y democracia. Un lugar donde las personas que huyen de las dictaduras o del hambre encontraban refugio, un país sin corrupción, donde la justicia social era un valor nacional.
Es un hecho insólito que invita a la reflexión que en un referendo Suiza haya emprendido un camino opuesto al de la Unión Europea (UE), sobre todo porque ha optado por una senda mucho más progresista, pese a que estábamos acostumbrados a considerarlo un país muy conservador.