En el momento culminante de la Guerra Fría el arsenal mundial de armas nucleares, medido por el potencial explosivo, se estimaba en tres millones de bombas como las que destruyeron Hiroshima en 1945.
Desde entonces, una gran parte de ese arsenal ha sido desmantelado y el uranio contenido en miles de bombas nucleares ha sido convertido en combustible para plantas de energía nuclear. Esta tendencia decreciente ha inducido a mucha gente, e incluso a muchos gobiernos, a suponer que el desarme nuclear ha perdido importancia.