Califiqué el año 2013 como un año de transición y así ha sido. Desde la caída de Lehman Brothers hace cinco años, los europeos y fundamentalmente los países del Sur hemos sufrido una crisis institucional y económica en forma de «w», y nos aferramos a las previsiones de instituciones y centros que auguran la salida, aunque sea con cautelas y tras unos elevadísimos costes de sufrimiento humano y desigualdad. Por ello, 2014 puede inaugurar un ciclo reactivo y proactivo que nos permita zafarnos de la dinámica transitoria de 2013, corregir los efectos de la Gran Recesión y reformar, ampliar y legitimar las organizaciones internacionales que rigen la esfera global.
De confirmarse las noticias de que la Unión Europea pueda aprobar un marco de cooperación con Cuba para 2015, la posición común podría tocar su fin. Esta excepcionalidad impulsada por los Gobiernos de José María Aznar no sólo se ha mostrado ineficaz, sino que niega el espíritu de diálogo y entendimiento que constituye la espina dorsal de Europa, que mantiene relaciones con todos los países latinoamericanos.