Marc Campdelacreu
dos filas de mineros marchan por la carretera

Finalmente lo han conseguido. La Comisión Europea ha dado luz verde al decreto de apoyo al carbón nacional. Bruselas dice sí a las ayudas públicas planteadas por el gobierno español para que las centrales térmicas compren el carbón que sale de las minas asturianas, leonesas, palentinas o turolenses para generar electricidad.

Una buena noticia a corto plazo, con un matiz importante: Bruselas ha subrayado que estas ayudas tienen fecha límite. A partir de 2014 no aceptarán más subvenciones al consumo de carbón autóctono.

El futuro del carbón en España está en la cuerda floja. Pende de un hilo que se romperá si la Comisión Europea no da su visto bueno al real decreto que asegura la quema de carbón autóctono en las centrales térmicas. La decisión podría tomarse el miércoles. El carbón español no es competitivo y quemarlo contamina demasiado.

Las minas no pueden sobrevivir sin ayudas públicas. Peligra su continuidad a partir de 2014. Pero el carbón es el único combustible del que España tiene reservas y de él dependen comarcas deprimidas para las que la minería lo es todo. El gobierno está convencido de que Bruselas aprobará el decreto, pero el horizonte pinta de color negro, tan negro como el carbón, si el combustible fósil y la sostenibilidad ambiental no se dan la mano.

Han estado en boca de todos: los stress tests, las pruebas de solvencia a la banca. O las pruebas de resistencia, porque se trataba de ver el nivel de aguante de las entidades financieras europeas ante situaciones extremas.

Se han publicado ante la necesidad de acabar con los rumores sobre la salud de las cajas y bancos europeos, y con la esperanza de ganarse la confianza de esos mercados de los que estamos tan pendientes. Pero, sobre todo, pretendían fomentar que las entidades tengan más fácil el acceso a la liquidez, al dinero, y que ese dinero llegue a familias y a empresas. Al fin y al cabo, la banca ha demostrado que hoy por hoy no sufre de estrés. Se puede confiar en ella. Las consecuencias están por ver, pero las primeras señales son positivas.

España tiene que pagar en julio 25.000 millones por intereses de la deuda

Hace unos años nos hablaban de la prima de riesgo, del interés marginal de nuestras emisiones de deuda o de la diferencia del bono español respecto al alemán y nos poníamos las manos a la cabeza. Muchos, o no entendíamos nada de los que nos contaban o nos parecía todo tan lejano que no merecía la pena prestarle atención porque no formaba parte de nuestro día a día.

Ahora sí. La crisis ha puesto de manifiesto que el estado de ánimo de los inversores, lo que piensan sobre la evolución de una economía, determina que nos presten dinero y que los Estados puedan funcionar con normalidad. Y si no, que se lo digan a la Unión Europea: todas las decisiones y declaraciones en el terreno económico buscan la complicidad de los inversores para que presten dinero sin imponer unas exigencias tan altas que a duras penas se puedan cumplir.

panel de llegadas y salidas

El caos en el tráfico aéreo tras la erupción del volcán Eyjafjalla en Islandia ha puesto sobre la mesa la necesidad de acelerar la implantación del cielo único europeo. No se trata de una iniciativa nueva. La primera vez que se habló de ello en Bruselas fue en 1999.

Hace dos años, la propuesta se reformuló y ahora los ministros europeos pretenden que sea una realidad antes de 2012. Se trata de avanzar hacia una mejor gestión del tráfico aéreo, pero su éxito dependerá del grado de cesión de competencias. A finales de esta década las cifras de tráfico aéreo se habrán duplicado. El cielo único permitirá descongestionar ese tráfico, con la promesa de vuelos más seguros y más baratos. También fomentará la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y mejorará la coordinación entre los bloques en los que ya se encuentra dividido el cielo en Europa.

¿Cuánto nos ahorramos con la erupción del volcán Eyjafjalla en Islandia? Sí, lo han leído bien. No nos preguntamos sobre el coste económico sino sobre la cara positiva de la nube de cenizas que aún está obligando a cancelar centenares de vuelos por toda Europa. Porque el coste económico ya lo están recordando las compañías aéreas. Para ellas la Comisión plantea ayudas públicas para compensar las pérdidas ante una semana excepcional.

Pero quizá hay un bien común, el de la buena salud del medio ambiente, que agradece una semana de respiro en los vuelos. Estamos ahorrando CO2. Aunque suene extraño, la cantidad de gases de efecto invernadero que emiten a diario los aviones es mayor a las toneladas de dióxido de carbono que expulsa el volcán de Islandia.

La presidencia española de la UE tiene entre sus objetivos abrir nuevos capítulos de negociación con Turquía de cara a su futura adhesión al club europeo. No lo tiene fácil. Las grandes potencias europeas recelan abiertamente de la integración turca y la población europea ve en la ampliación más incertidumbres que ventajas.

La entrada de Turquía en la UE supondría la llegada de un país superpoblado, con índices de riqueza aún lejanos de la media europea y laico, pero de mayoría musulmana. Sin embargo, hay mucho en juego en la operación turca: geoestrategia, acceso a recursos naturales, apertura al mundo musulmán... y vertebración de lo que es o puede ser Europa. Lo analiza en este artículo para euroXpress el periodista Marc Campdelacreu: Una adhesión con éxito sería un salto de calidad para la madurez y la cohesión del proyecto comunitario.