Mientras que los líderes de la UE y los de Alemania, Francia, España... se enzarzan en discusiones sin fin sobre cuánto más hay que ajustar y qué derechos sociales habrá que recortar, en una pequeña localidad de Creta, Ierapetra, han cortado por lo sano y utilizan lo menos posible el euro. Han vuelto a la práctica más antigua del trueque con una moneda teórica que no depende de mercados ni de agencias, que les permite sobrevivir y, sobre todo, sentirse solidarios.