La de la Unión Monetaria Europea nunca fue una buena idea. Recuerdo mi sorpresa cuando, siendo un joven profesor ayudante, comprendí que me oponía al Tratado de Maastricht. Consideraba entonces –y sigo haciéndolo– que la integración europea era algo muy positivo, pero la economía de libro de texto con el que entonces se enseñaba mostraba lo perjudicial que podría ser la UME, a falta de una unión política y fiscal europea.