«Roj bas, Kurdistán (Buenos días, Kurdistán)», saluda Rudi Mohamed a la audiencia, con el temple de un periodista veterano. Pero lo cierto es que casi nadie en esta estación de televisión tenía experiencia alguna en comunicación antes de la guerra.
«No me atrevo a decirle quiénes son los asesinos aquí, pero sí que su objetivo somos nosotros, los turcomanos», se desahoga Ahmed Abdulah Muhtaroglu, junto al retrato de su hermano asesinado en 2013 en Iraq.
Muhtaroglu nos recibe en Tuz Jormato, un distrito ubicado 170 kilómetros al norte de Bagdad donde la etnia turcomana es mayoría.Todo el mundo en la montañosa localidad libia de Jadu parece conocer la nueva norma. «Los civiles portando armas en lugares públicos serán multados con 500 dinares (unos 400 dólares)», nos explica el residente Younis Walid. «El reincidente pagará el doble, y a la tercera vas a la cárcel».
Youssef ha cruzado el desierto del Sahara con un mapa escolar de Europa doblado en el bolsillo. «¿Podría indicarme dónde está Lampedusa? Yo no la encuentro», dice este nigeriano de 28 años en la capital de Libia. La pequeña isla italiana de Lampedusa está donde siempre: en el mar Mediterráneo a 600 kilómetros al noroeste de Trípoli. Pero llegar a ella se ha convertido en sueño imposible de inmigrantes y refugiados africanos.
«Ningún petrolero atracará en este puerto hasta que Trípoli atienda nuestras demandas». Son las palabras de Younis, uno de los rebeldes que bloquean una de las mayores refinerías de gas y petróleo de Libia. Gestionada por la empresa italiana ENI y el gobierno libio, la planta de gas y crudo de Mellitah, unos 100 kilómetros al oeste de Trípoli, lleva bloqueada desde el 26 de octubre, cuando un grupo de hombres armados se hizo con el control del puerto de atraque.
Hablamos con Redur Jalil (Hassakah, 1977) comandante y portavoz de las Unidades de Protección Popular (YPG, siglas en lengua kurda de Yekîneyên Parastina Gel)
Los combatientes kurdos se han convertido en un actor poderoso en la guerra de Siria. Sus líderes señalan que quedaron en medio del «chauvinismo turco, que busca boicotear cualquier paso hacia el reconocimiento de este pueblo», y del «sueño de un Estado islámico» que alientan agentes islamistas que operan en la región.«Toda la región está bajo control, pero hay que tener cuidado en el centro de la ciudad». El consejo de este miliciano kurdo a la entrada de Qamishli, 600 kilómetros al noreste de Damasco, apunta a brechas inesperadas en la relativa estabilidad del Kurdistán sirio.