Nuestro compromiso a favor del acceso y el control de los recursos naturales, en Greenpeace y en el Oakland Institute, hace que nos acusen constantemente de operar en contra del desarrollo, o que nos tachen de ser «organizaciones del Primer Mundo que se ocupan más de los árboles que de los seres humanos», pese a que trabajamos con comunidades en todo el mundo, desde China a Camerún o la República Checa.