Ana Blázquez Díaz
5 aves en el borde de un embarcadero miran al frente como si esperaran algo

Kyoto desaparece en 2012 y aún no hay un sustituto a su altura. Y no parece que vaya a salir de la cumbre de Cancún, que comienza el lunes 29. En las dos próximas semanas, representantes de 192 países del mundo, de la Unión Europea y de un archipiélago de islas de Nueva Zelanda intentarán acercar posiciones para evitar que, esta vez, la cumbre no sea más que palabras.

Se trata de alcanzar objetivos realistas, en especial en torno a la ayuda financiera a los países en desarrollo en materia de cambio climático, a la reducción de emisiones de CO2 y a evitar la deforestación. De esta forma se pretende olvidar las aspiraciones hoy irrealizables de un encuentro en un gran protocolo, como fue el objetivo de Copenhague en 2009.

Los líderes de EE UU y UE reunidos alrededor de una meda ovalada

«Una de las cumbres más importantes de la historia de la OTAN». Así es como definió Anders Fogh Rasmussen, Secretario General de este organismo, a la reunión de Lisboa del 19-20 de noviembre.

Y no es para menos. Se aprobó un nuevo concepto estratégico con el que continuar la reestructuración de la OTAN, acoger a Rusia como aliado y hacer frente a los llamados desafíos del siglo XXI (terrorismo, ciberataques, armas de destrucción masiva, piratería).