Por un momento, hace cuatro años, pareció que los dictadores de Oriente Medio serían pronto cosa del pasado. Por entonces, parecía que Estados Unidos tendría que dar pruebas de su declarado apoyo a la democracia, mientras que millones de tunecinos, egipcios, bahreiníes, yemeníes y demás se rebelaban contra la represión de sus gobernantes. Muchos de esos autócratas contaban con el apoyo de Washington a cambio de que aquellos ofrecieran «estabilidad» a sus países.