dos edificios de medios de comunicación en Gaza no tienen justificación alguna. Tampoco deben relacionarse con sus represalias militares por los cohetes lanzados por activistas de Hamas. Eso pertenece a otro ámbito y esos ataques son claramente premeditados: implican una voluntad y responsabilidad precisas.
Avital Leibovich, portavoz israelí, lo ha reconocido de algún modo: «Obviamente, sabíamos que había periodistas en ese edificio», ha declarado, «pero mi consejo es que los periodistas que se encuentran en Gaza se alejen de las posiciones de Hamas».
Me recuerda a una familiar mía, anciana y casi analfabeta, que me aconsejó alejarme de las cafeterías tras el atentado de la cafetería Rolando, en la calle del Correo (Madrid, 1974). Porque Gaza es un lugar en el que es imposible apartarse de nada, ya que una muchedumbre de civiles palestinos se ve obligada a vivir apelotonada en un territorio ínfimo: hay una densidad de población de 4.200 personas por km2.
Para hacernos una idea, podemos señalar que la capital de Estados Unidos, Washington, no llega a 3.500 habitantes por km2. De modo que en Gaza es muy difícil «alejarse». La misma población del lugar está alejada de toda posibilidad de escapar en masa. Está encerrada allí. Leibovich dice que atacaron únicamente para destruir la antena del tejado y que los periodistas son también «escudos humanos» para Hamas.
Puede ser, pero esa alegación no tiene mucho sentido. Todo y todos se ve convertido en escudo dentro de la enorme concentración humana (inhumana) que hay en Gaza. El hecho es que hay docenas de víctimas civiles y que los periodistas se mueven en edificios seleccionados como objetivo militar por Israel. Desde luego, también los israelíes civiles se sienten amenazados, aunque no sea en los mismos términos.
Como consecuencia de las bombas lanzadas contra la prensa, el camarógrafo Khader al Zarah ha perdido una pierna y otra media docena de colegas están heridos, en esos ataques contra unos inmuebles que albergan a Al Quds TV y otros medios palestinos, pero también a Sky News, la televisión rusa, a medios alemanes e italianos, a la cadena Al Arabiya TV y a otros medios internacionales. «Pedimos una investigación completa por parte de Naciones Unidas y que la ONU emprenda acciones contra el gobierno de Israel», ha declarado el presidente de la Federación Internacional de Periodistas, Jim Boumelha.
Por mi ubicación personal entonces, en 2009, participé desde Bruselas en la organización de una misión internacional de periodistas, que entró en Gaza durante el conflicto similar de aquel año. Ya entonces hubo ataques muy parecidos. La FIP difundió un elogio de la prensa local que sufría los ataques, pero que tenía el valor de convertirse en los ojos del mundo para que pudiéramos ver los efectos de la guerra. Aquella delegación internacional condenó a Israel por bloquear la entrada de periodistas en Gaza, pero también a Hamas por «amenazar e intimidar» a nuestros colegas.
Quizá es importante recordarlo y llamar la atención sobre todo ello porque aquella ofensiva militar duró casi un mes. No sabemos lo que puede durar ahora. Tampoco donde puede terminar.
Algunos medios confirman llamadas de teléfono y mensajes para que los medios de comunicación evacuen los edificios que utilizan. Como si eso pudiera servir de justificación a posteriori. En este sentido, hay que recordar que las Naciones Unidas aprobaron la primavera pasada un Plan de Acción de la ONU por la Seguridad de los Periodistas y contra la impunidad. Hay que recordar también que el artículo 79 del Protocolo Adicional de la 4ª Convención de Ginebra, que Israel ha suscrito, concede a los periodistas la misma protección que a otros civiles durante los conflictos armados.
Del mismo modo, la resolución 1738, aprobada a instancias de la FIP (que tiene carácter de organización consultiva en la ONU), condena los ataques a los medios de comunicación, periodistas y personal colaborador y pide una especial protección para ellos, sus equipos o instalaciones. La resolución 1738 del Consejo de Seguridad, aprobada en 2006, dice explícitamente que los periodistas y los medios no pueden ser considerados objetivo militar.
En realidad, los ataques de Gaza de estos días nos recuerdan al del Hotel Palestina, en Irak, donde perdieron la vida los reporteros José Couso y Taras Protsyuk. La tenacidad de las principales organizaciones de periodistas, también y muy especialmente de la familia Couso, hasta que se han sabido los principales detalles de aquel aciago 8 de abril de 2003, ha sido extraordinaria. Los disparos fueron lanzados desde un tanque estadounidense M1 Abrams, bajo responsabilidad del teniente coronel Philip DeCamp, del capitán Philip Wolford y del sargento Shawn Gibson (según la acusación del juez Santiago Pedraz). La investigación forma parte de la lucha contra la impunidad internacional. Los tres militares están acusados de homicidio y –aunque no lleguen a comparecer ante un tribunal- esa acusación les daña individual, personalmente, de manera indefinida, tanto como al prestigio de su país. Israel debería asimilar el ejemplo.
Si los israelíes creen estar siempre en inferioridad mediática, porque la mayoría de los medios actúan (así lo creen muchos allí) con prejuicios conscientes o inconscientes contra su política, no es sólo por sus ataques; sino también por su razonamiento ante el comportamiento de los medios. En 2009, Israel prohibió el acceso de los periodistas a Gaza. Ahora atacan las sedes de los órganos de prensa y televisión: forma parte del mismo error.
Avital Leibovich y sus jefes deberían alejarse de sus propias obsesiones estratégicas y mediáticas, si desean aumentar la simpatía por su causa. Si siguen, el día 23 de noviembre, Jornada Internacional contra la Impunidad de los crímenes de periodistas, se volverá a recordar inevitablemente. Pero Israel, si no implacable, es pertinaz en sus valoraciones. Y el mundo tiene la impresión de que los dirigentes israelíes responden, casi siempre, con órdenes absurdas de alejamiento. También con ataques desproporcionados a falsos culpables. Los periodistas son parte de esas obsesiones pertinaces de Israel.