El presidente de la Generalitat reconoce que la entrada de Cataluña como nuevo estado de la Unión Europea será difícil por la oposición del gobierno español, pero añade que «Bruselas ha demostrado en dos décadas desde la caída de la Unión Soviética que se puede ajustar a reclamaciones de soberanía mucho más dramáticas e imprevisibles». «Nuestro ideal es formar parte de los Estados Unidos de Europa», afirma.
En la información de The New York Times, titulada «El líder catalán toma con valentía la palanca separatista», el diario hace una semblanza de Mas como político solvente, califica de arriesgada su apuesta y destaca el potencial de Cataluña como nación. Afirma el artículo que con una economía de 260.000 millones de dólares, aproximadamente el tamaño de Portugal, y 7,5 millones de habitantes, el 16% de la población española, se situaría por delante de una docena de países de la UE. A eso añade que, sin embargo, como la mayoría de las regiones españolas, está sometida a una enorme presión financiera. Pero Mas alardea de las posibilidades de Cataluña y afirma que «España, sin Cataluña, no es insolvente, pero sí más limitada».
En ese sentido, se dice en la información que con sus amenazas, el gobierno catalán está aplicando la misma estrategia con Madrid que el gobierno español ante Bruselas, pero añade que Cataluña, como España, es «simplemente demasiado grande para fracasar» por las graves consecuencias que tendría.
Mas acusa al presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, de empujar a Cataluña al camino de la autodeterminación por haber rechazado su petición de pacto fiscal y afirma que «cuando obtienes un no claro, debes cambiar de dirección». El político catalán cree que «lo peor de los escenarios es no intentarlo y lo segundo peor es intentarlo y no llegar».
Un día después de la publicación de sus declaraciones en el rotativo neoyorquino, Artur Mas, ya en España, ha insistido en que Cataluña, con estado propio, seguiría en la Unión Europea y en el euro. Dice el presidente de la Generalitat que para convencer al resto de Europa hay que huir del «discurso del miedo» sobre el futuro de Cataluña y aferrarse a un talante democrático y positivo.