La instalación multimedia colectiva 'Nuestros sueños no caben en vuestra urnas', inaugurada este viernes, había sido anunciada (y autorizada) con el objetivo explícito de «demostrar que la protesta política también es arte». Cuando parecía que la apertura tocaba a su fin, Mourão interrumpió la interpretación de la soprano Ana María Pinto: «Esto no es teatro ni escenificación, tampoco somos personajes, aunque lo que está ocurriendo forme parte de una gran performance para la cual, a partir de ahora, todos estáis convocados. Quienes la apoyéis y quienes la reprobéis. Vamos a ocupar el museo, en un gesto simultáneamente artístico y político».
El discurso de Mourão no sorprendió a quienes no quisieron creerle. Entre ellos el director del MNAC, David Santos, quien a esas alturas todavía afirmaba tranquilo que todo era «absolutamente admisible dentro de una lógica artística. No veo que mi museo esté ocupado y, tratándose de una inauguración, el horario es flexible». Pero los minutos fueron pasando y empezaron a aparecer sacos de dormir, esterillas y carteles reivindicativos: «¡Acceso gratuito a los museos todos los domingos!», «¡Ministerio de Cultura, ya!», «Más dinero de nuestros impuestos para museos, arte y Cultura», «¡Menos dinero de nuestros impuestos para bancos!», «+ Cultura = + Educación = + Democracia».
Aquello iba más allá del habitual guion artístico. Al menos la mitad del centenar de asistentes a la muestra decidió quedarse, mientras el director del MNAC comenzó a hacer llamadas y advirtió personalmente a Rui Mourão: «Nosotros cumplimos con nuestra parte. Cumplid ahora con la vuestra». A estas alturas ya no era cuestión de creencias sino de realidades, la del medio centenar de 'artivistas' que había ocupado el MNAC, un espacio en el centro de la capital reservado para exposiciones temporales de artistas emergentes.
La decisión se sometió a votación popular en una mini-asamblea a la que se invitó a participar a los funcionarios y autoridades del museo presentes. «No hay argumento ninguno. Os tenéis que ir», afirmó tajante David Santos, que recusó participar en el debate. Quien sí quiso explicarse fue Mourão: «Políticamente, como público y como creadores de Cultura, estamos verdaderamente indignados con la desvalorización que sufren los museos, los archivos, el teatro, el cine, la danza, las artes visuales y el patrimonio cultural de este país. Nos sublevamos contra la gestión de lo público y, en particular, con respecto a las Artes y la Cultura». Vistos los argumentos, la mano alzada dictó sentencia: permanecerían en el museo toda la noche.
En fuera de juego mayoritario, los medios de comunicación comenzaron a acercarse a las puertas ya cerradas del MNAC para hablar con el artista transgresor, que les hablaba de «mejorar el sistema» y de demostrar que el arte «puede empoderar a las personas. Las llamadas performances artivistas pueden contribuir con representaciones de carácter subversivo que funcionen como formas de contrapoder y contestación».
Más de doce horas de ocupación después, a las diez de la mañana del sábado los 'artivistas' dejaban libre el MNAC, no sin antes exigir, primero, la reposición de las entradas gratuitas a los museos todos los domingos y, segundo, la reducción de los precios de las entradas. Además y en un plazo más extenso, piden el regreso del Ministerio de Cultura y que, según la recomendación de la UNESCO, se destine un mínimo del uno por ciento del presupuesto del Estado para la Cultura.
«En este sistema político-económico no disponemos de otras formas relevantes para hacer oír nuestra voz. No nos llega con votar cada cuatro años y después no hacer nada mientras asistimos a la destrucción del sector cultural. Cuando la democracia participativa y formal no tiene suficientes canales de escucha, distribución, participación y decisión, sólo nos quedan actos como éste, con el que pretendemos demostrar que estamos vivos», concluye Mourão, quien en su discurso hizo mención a movimientos como el de los Indignados y Occupy Wall Street.