Gorbachov abrió un poco la puerta del comunismo ortodoxo y los artistas de Moscú y Leningrado explotaron contra el oficialismo de la Unión Soviética. La transparencia, la apertura (Glasnost) y la reestructuración política (Perestroika) se abrían camino hacia la democracia y el arte siguió y superó a la reforma política y económica. La década de los 80 estaba terminando.
El cambio político tuvo rápidamente una imagen gráfica en el cambio estético. El pop-art, como base, dio paso a un eclecticismo en las formas y en los contenidos que revolucionó el panorama artístico todavía soviético. El totalitarismo que también en la pintura o la escultura había seguido la URSS durante todo el siglo XX de pronto encontró múltiples formas de expresión que satirizaban el régimen y jugaban con los anteriores conceptos para exponer la diversificación de lo que llegaba.
Se imitaba lo que se hacía en Occidente pero la ironía de los nuevos artistas aportaba elementos originales que echaban por tierra el tradicional conceptualismo soviético. El histórico beso entre Breznev y Honecker en versión pop o el cóctel molotov jugando con los símbolos de Occidente supusieron una contribución más, y no menor, para hundir los viejos mitos del comunismo más rancio.
La galería Haunch of Venison de Londres, en colaboración con la Voker Diehl de Berlín y la Gallery One de Moscú, expone estos días unas cien obras de la época que contextualizan un momento histórico también para el arte.
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