La suerte del complejo conflicto armado de Siria, donde confluyen factores religiosos y étnicos, junto a presiones de los países vecinos e intereses estratégicos de grandes potencias se comenzará a definir desde la próxima semana, en la conferencia denominada Ginebra II.
El 24 de este mes, se sabrá si las partes enfrentadas en la guerra de Siria aceptan una salida negociada al conflicto de casi tres años, que ha provocado ya más de 100.000 muertos y 2,3 millones de refugiados, mientras que unos 9,3 millones de habitantes sobreviven en estado de extrema desprotección humanitaria.
En esa fecha deben reunirse en esta ciudad suiza los representantes del gobierno del presidente Bashar Al Assad y las delegaciones de las fuerzas rebeldes que lo combaten desde marzo de 2011.
Hasta ahora, ninguna de las dos partes ha dado señales claras de su disposición a participar en las conversaciones, en una dilación orientada aparentemente a obtener la mejor posición en la mesa de negociación.
Las perspectivas de la negociación parecieron alterarse en las últimas semanas, en que se desencadenaron combates entre las mismas fuerzas opositoras al gobierno.
Una fuente, intima conocedora de la situación interna en Siria, nos describió que algunos grupos de oposición pretenden obtener la concesión de libertad para combatir a otras fuerzas, también enfrentadas a Al Assad.
En este momento, parece que los rebeldes más moderados se están imponiendo en las operaciones militares contra los más radicales de Al Qaeda, que se niegan a cualquier posibilidad de un alto el fuego, dijo la fuente.
De todos modos, la conferencia de Ginebra II, promovida por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), comenzará de manera formal el miércoles 22 de enero en la ciudad de Montreux, ubicada en la región nororiental del lago Leman, el mismo que baña a Ginebra en el extremo opuesto.
En la sesión de Montreux participarán los gobiernos de 30 países y delegados de organizaciones internacionales, además de la ONU con su secretario general, Ban Ki-moon, a la cabeza. Se esperan discursos con exhortaciones a la paz y en su mayoría críticos al régimen de Al Assad.
Estados Unidos y Rusia han intensificado en las últimas semanas sus iniciativas para encaminar la negociación con dos objetivos primordiales para la primera etapa: alcanzar el alto del fuego y habilitar corredores para llegar con asistencia a las poblaciones más necesitadas.
David Harland, director ejecutivo del Centro para el Dialogo Humanitario (HD), una organización privada con sede en Ginebra, estima que la mejor solución para afrontar las dificultades humanitarias es distribuir la ayuda con la cooperación del gobierno y de todas las partes.
Eso no sucede actualmente, se lamenta. Numerosas columnas de transporte de ayuda han sido bloqueadas. La mayoría fueron detenidas por no contar con la autorización del gobierno de Damasco, porque fueron interceptadas por los combates, por bandas delictivas o por extremistas, refiere Harland.
En la actualidad resulta muy duro trabajar en cuestiones humanitarias dentro de las zonas controladas por la oposición, explica.
Se analiza que el alto el fuego resulta muy posible en aéreas donde la oposición está rodeada, como en la región de Hula y en la ciudad de Homs, en la provincia de este mismo nombre, al oeste del país. También en puntos donde el gobierno retiene posiciones dentro de territorio controlado por la oposición, como ocurre en lugares como Dar'a y Dayr Az Zawr, al noreste, e Idlib, al norte.
El Centro HD es una organización de bajo perfil público que presta con éxito servicios de mediación y se especializa en conflictos armados. En el caso de Siria, Harland, un exdiplomático neozelandés, ha mantenido reuniones con Al Assad y con dirigentes de la oposición armada.
Con esos antecedentes, Harland opina que Ginebra II no pondrá fin a la guerra. «No puede», enfatiza.
El proceso de Ginebra da por descontado que Estados Unidos y Rusia tienen suficientes coincidencias en el caso sirio como para sacar las cosas adelante. Pero ese entendimiento no ha sido evidente durante un periodo en el que han muerto más de 100.000 personas por el conflicto, refuta.
El problema radica en que el proceso de Ginebra no ha encontrado la forma de dar voz a los sirios que desarrollan su actividad en la oposición interna. Eso tiene que cambiar si se pretende que el proceso de paz se ponga en marcha, advierte Harland.
Ginebra II tendrá éxito si abre las puertas a un nuevo tipo de proceso de paz, plantea. Un proceso pacificador exitoso tendría que estar alimentado por el mismo pueblo sirio, aunque aplicado con ayuda externa. Sería como una danza: consultas con los sirios en el terreno y luego decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU, fundadas en aquellas conclusiones, explica gráficamente.
Con respecto a la invitación a Irán para que asista a la reunión de Montreux, que Moscú alienta mientras Washington objeta, Harland opina que esa participación puede ser muy provechosa. «Creo que necesitamos un mecanismo en el que todos los protagonistas que dan forma a la realidad de Siria estén presentes en las discusiones y asuman sus responsabilidades», dice.
Harland estima que el conflicto de Siria guarda similitudes con la guerra de Bosnia, entre 1992 y 1995, que derivó del desmembramiento de la antigua Yugoslavia. Como en Bosnia, aparecen en Siria asuntos políticos internos junto a cuestiones étnicas y religiosas, igualmente locales.
Luego aparece un segundo círculo, con protagonistas regionales que apoyan a determinadas comunidades étnicas y religiosas. Por último, hay un tercer círculo de potencias mundiales, principalmente Estados Unidos y Rusia, pero sin excluir a China.
Ante este cuadro, analiza, la mayor dificultad que afronta el diplomático argelino Lakhdar Brahimi, quien coordina las negociaciones en su calidad de representante especial de la ONU y la Liga Árabe para Siria, es alinear los tres círculos para conseguir una perspectiva seria de paz.
Es decir, deben concertarse algunos acuerdos entre las partes sirias, otros entre los protagonistas regionales y alcanzarse, además, otros entre Estados Unidos, Rusia y los demás miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Harland acepta que en el caso de Bosnia la pacificación llegó después de bombardeos arrasadores sobre blancos serbios por parte de las escuadrillas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). «En el caso de Siria creo que es muy improbable una intervención extranjera decisiva», dice.
Además, los casos bosnio y sirio presentan diferencias de escala. Bosnia, con solo cuatro millones de habitantes, es un país allegado a Europa y Occidente, en la geografía y en los intereses. Siria, que sextuplica esa población, está más alejada, considera el director del Centro DH.
Y concluye una última diferencia es que el poder relativo de Estados Unidos es actualmente menor al que tenía en 1995, cuando intervino en Bosnia.