La «neutralización» de los productos químicos, como el gas mostaza y las materias primas del gas nervioso sarín, comenzó el lunes 7 bajo las pautas de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) a bordo del Cape Ray, un navío de Estados Unidos modificado especialmente para la tarea.
La operación, que tiene un plazo previsto de 60 días, utiliza la criticada técnica de los sistemas de hidrólisis desplegables.
Según Thodoris Tsimpidis, director del Instituto Archipiélagos, una organización griega sin fines de lucro especializada en la conservación marina, la hidrólisis no es un método seguro para neutralizar los productos químicos a bordo de un barco.
«Nos invitaron a recorrer el Cape Ray antes de la operación, pero no fuimos porque siempre que preguntábamos algo importante nos respondían que era confidencial. No entendemos por qué los científicos no están permitidos a bordo durante el proceso», señala.
«El Ministerio de Asuntos Exteriores griego no respondió a nuestras inquietudes. ¿Por qué Grecia envía un submarino para escoltar la operación y no a su buque marítimo especializado que podría monitorizara contaminación del mar en caso necesario?», se pregunta.
Siria accedió a entregar sus armas químicas para someterlas al control internacional tras un ataque con gas sarín perpetrado contra grupos insurgentes el 21 de agosto, en zonas disputadas del distrito de Markaz Rif Dimashq, próximo a Damasco.
Se calcula que en el ataque murieron 281 personas, aunque otras versiones elevan la cifra a 1.729 víctimas. Francia acusó a Siria y aseguró tener pruebas sobre la autoría del ataque, pero el gobierno de Bashar al Assad culpó a las guerrillas insurgentes de haberse apoderado de parte del arsenal químico del país.
Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña amenazaron a Siria con represalias militares, pero después de que Rusia interviniera Damasco solicitó en septiembre de 2013 su ingreso en la OPAQ y entregó su arsenal químico para su posterior destrucción.
Bélgica y Noruega se negaron a realizar el proceso de neutralización en sus territorios, mientras que Albania lo aceptó en un principio, para luego retractarse tras la oposición pública nacional. Entonces, las autoridades estadounidenses que dirigían la operación decidieron destruir las sustancias químicas a bordo de una embarcación, con la participación de más de 30 países y la Unión Europea.
Siria realizó el último envío de productos químicos el 23 de junio en el barco danés Ark Futura, con destino al puerto de Gioia Tauro, en el sur de Italia. Allí la carga se trasladó al Cape Ray, que luego navegó hacia el Mediterráneo, donde se lleva a cabo la neutralización.
El temor a las amenazas terroristas hizo que la operación esté envuelta en el secreto, pero algunos creen que esto se debe a la imprevisión del proceso en sí. Este jueves 10 organizaciones políticas y activistas se reunieron en la ciudad griega de La Canea, en la isla de Creta, para coordinar las protestas contra la neutralización.
Con el objetivo de acabar con lo que llamaron la «ocultación» y «silencio» de los grandes medios de comunicación, prevén bloquear una base militar de Estados Unidos en la isla durante tres días e intentar una navegación simbólica hacia el Cape Ray.
«Les advertimos mucho antes de que comenzaran, al participar, junto a miles de personas que reaccionaron una vez que se enteraron de sus planes, en manifestaciones y eventos en toda Grecia. Ellos decidieron, mediante la ocultación y el silencio de los medios de comunicación, seguir adelante», anunciaron en un comunicado el miércoles 9.
«Nosotros decidimos encontrarlos en el mar. ¡Allá vamos!», añaden. Aunque se desconoce la ubicación exacta de la operación de neutralización, se cree que tiene lugar a unos 100 kilómetros al oeste de Creta.
El secretismo del proceso inquieta a la comunidad local.
«Es necesaria la supervisión de observadores internacionales y organizaciones ambientales de la Unión Europea y de científicos de los países directamente interesados», afirma el profesor Evaggelos Gidarakos, director del Laboratorio de Gestión de Residuos Tóxicos y Peligrosos de la Universidad de La Canea.
«A ninguna de las partes interesadas se les ha permitido el acceso en este caso, que se ha convertido en un tema exclusivo de la marina militar de Estados Unidos. La comunidad científica ha quedado al margen, así que si algo sale mal, no lo sabremos nunca», advierte.
La presencia de inspectores de la OPAQ a bordo del Cape Ray durante toda la operación no tranquiliza a los detractores. Tsimpidis dice que la agencia de la ONU «no se responsabilizará» si algo sale mal.
La OPAQ reitera que la operación se realiza con todas las medidas de seguridad posibles, pero también aclara que «no tiene responsabilidad» en caso de accidente químico y que será la marina de Estados Unidos la que «asumirá todas las responsabilidades».
Una vez que concluya la neutralización, el Cape Ray navegará a Alemania y Finlandia donde entregará los elementos resultantes para su posterior procesamiento.
Entre tanto, el Ark Futura viajará a Gran Bretaña y Finlandia donde dejará otros productos químicos sirios que serán destruidos en instalaciones comerciales.
Otro buque de carga, el noruego Taiko, ya ha entregado cierta cantidad de químicos a Finlandia. El barco viaja ahora hacia Port Arthur, en Texas, Estados Unidos, donde una empresa comercial destruirá el último cargamento de estos productos.