La entrada de Rumanía y Bulgaria en el espacio Schengen era una de las prioridades de la presidencia húngara, que termina el 30 de junio, y estaba prevista para el pasado mes de marzo. Entonces, además de Holanda, Francia, Alemania y Finlandia se opusieron. Este jueves el gobierno de La Haya se ha quedado solo en la oposición, pero su veto es suficiente.
A pesar de que el Consejo constata que los dos países cumplen los requisitos técnicos exigidos en el control de fronteras, visados o cooperación judicial, Holanda quiere más garantías. "Es imperativo que todas las reformas legales adoptadas en Rumanía y Bulgaria sean efectivas e irreversibles", ha dicho el ministro de Inmigración holandés, Gerd Leers.
En consecuencia, la decisión se aplaza hasta septiembre. La presidencia polaca, que comienza el 1 de julio, tiene el asunto entre sus objetivos inmediatos, pero no confía en vencer las reticencias holandesas. Una posibilidad de cerrar el acuerdo sería la apertura gradual de las fronteras rumanas y búlgaras, en una primera fase se incluirían solo los aeropuertos y posteriormente las fronteras terrestres y marítimas.
El ministro polaco de Interior, Jerzy Miller, ha advertido que la negativa europea a abrir Schengen a estos dos países, miembros de pleno derecho de la UE desde 2007, podría tener consecuencias políticas. En octubre hay elecciones presidenciales en Bulgaría.
El aplazamiento decidido por los ministros ignora la resolución del Parlamento Europeo, adoptada esta misma semana, que respalda el acceso de los dos Estados al espacio sin fronteras, por 487 votos a favor, 77 en contra y 29 abstenciones.
"Schengen es uno de los mayores logros de la UE. No debemos destruirlo con decisiones repentinas. El sistema asegura los estándares más altos de gestión de las fronteras. Bulgaria y Rumanía cumplen estos estándares, por eso no debemos aplazar su integración", dijo el presidente de la Eurocámara, Jerzy Buzek.