Se recupera la obra fotográfica ignorada de uno de los artistas españoles del siglo XX
La fotografía que ilustra la portada del catálogo de la exposición de Antoni Arissa en la Fundación Telefónica de Madrid es la de un hombre perseguido por su sombra, que camina de noche por una calle iluminada por una luz proyectada a sus espaldas, tal vez por un automóvil.
La combinación de luces y sombras de esta imagen introduce una narración insólita en la escena, como si el hombre y su sombra fuesen perseguidos por una segunda sombra de origen incierto.
Se titula «El perseguido» y culmina la carrera de un fotógrafo no profesional que experimentó con el arte de la imagen, desde sus inicios como uno de los mejores exponentes del pictorialismo hasta sus años finales en los movimientos de las vanguardias europeas del periodo entre las dos guerras mundiales.
Tres etapas de un viaje por la fotografía
Antoni Arissa Asmarats (Barcelona, 1900-1980) se inició en la fotografía como aficionado, un estatus que nunca llegó a abandonar del todo, ya que su dedicación profesional era la de tipógrafo y editor. Sus primeras fotografías las tomó como senderista de una agrupación de excursionistas (se puede ver en esta exposición un pequeño álbum de fotos de esta época), pero su actividad en el mundo de la fotografía abarcaba ya entonces la promoción de la fotografía como fundador de sociedades fotográficas.Sus primeras obras conocidas se sitúan en la corriente pictorialista de temática noventayochista y noucentista, que reivindicaba la fotografía como una nueva expresión de las bellas artes.
Se ocupó especialmente de fotografiar a la infancia en sus vertientes arquetípicas literaria (niños abandonados o perdidos en el bosque, herencia de las narraciones de los Hermanos Grimm) y laboral (niños trabajadores en el monte).
El mundo campesino era para el Arissa de esta época una arcadia rural idealizada en la que sobrevivían los valores tradicionales (la oración de los labriegos a la hora del ángelus) y las iconografías campestres idealizadas en escenarios preparados.
Las fotografías de las ciudades de Arissa empezaban a reflejar en estos años el cosmopolitismo y la modernidad de una nueva era. La obra de esta etapa culmina con «El esclavo», una obra de connotaciones sensuales y oníricas que remite a algunos de los modelos pictóricos del San Sebastián.Al filo de la nueva década de los años 30, Antoni Arissa descubre las nuevas corrientes de la fotografía artística centroeuropea en las obras de la Nueva Objetividad de Albert Regent-Patzsch y sobre todo de Moholy-Nagy, un artista de la Bauhaus fundador del movimiento fotográfico Nueva Visión, que promovía una fotografía pura, directa y que experimentaba con tomas inverosímiles (cenitales, picados y contrapicados, diagonales e inversiones) e introducía juegos inéditos de luces y sombras.
Con influencias del constructivismo soviético y la Photocesession norteamericana de Alfred Stieglitz y Paul Strand, los personajes de las fotografías de Arissa pasan del anonimato a ser personas concretas pertenecientes a colectivos (las gitanas de la serie «La lucha eterna»), a grupos sociales (trabajadores del puerto de Barcelona) o a familias determinadas (sus propias hijas).
En los años inmediatamente anteriores a la guerra civil española, Arissa introduce un cambio estético en sus fotografías en el que predomina la insinuación a través de sombras y siluetas y en el que experimenta con nuevos campos lumínicos para introducir en las imágenes sensaciones próximas a la abstracción.
Utiliza pequeños objetos de la vida cotidiana y letras de la linotipia de la imprenta familiar, retrata las estancias de su casa, su jardín, su familia; experimenta nuevos efectos de luminosidad con los reflejos de las bolas del árbol de navidad y con composiciones de bombillas en las que la sombra adquiere un papel protagonista.Las imágenes le sirven ahora para exponer conceptos, ideas, visiones, como en «Preludio de un rascacielos», donde los compases del arquitecto que dibuja los planos del edificio sugieren el proyecto en construcción.
Ensaya nuevas perspectivas con los columpios voladores de un tiovivo, traslada a la fotografía las imágenes de la modernidad (motos, coches, trenes, carreteras, maquinaria industrial) y desde el interior de los comercios capta las reacciones, entre curiosas y fascinadas, de la gente que se detienen delante de los escaparates.