NOUAKCHOTT,IPS) - Siete de los ocho países del Sahel, zona árida africana entre el desierto del Sahara y las sabanas de Sudán, han dado un paso sin precedentes al declararse en estado de emergencia: 12 millones de personas en la región están amenazadas por el hambre. Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania, Níger, Camerún y Nigeria han pedido asistencia internacional para afrontar otro año más de hambre.
Solo Senegal, que celebrará elecciones presidenciales a fines de este mes, no ha declarado la emergencia, en buena medida por razones políticas. «Es un año catastrófico. La sequía es severa. Necesitamos una intervención urgente para prevenir la hambruna», alertó Ahmed Weddady, director nacional del Ministerio de Agua y Saneamiento de Mauritania, el país con la menor cantidad de agua potable del mundo y que ha sufrido la peor escasez de cosechas en la región.
Un tercio de la población mauritana, de 3,1 millones de habitantes, ya sufre una severa inseguridad alimentaria. Después de que la sequía destruyera la mayoría de los cultivos en el Sahel a finales del año pasado, las poblaciones rurales en toda la región comenzaron a quedarse sin alimento semanas atrás, cuando todavía faltan seis meses para las próximas cosechas.
Pero las naciones ricas del mundo afectadas por la crisis financiera y después de haber gastado millones de dólares en ayuda de emergencia durante la hambruna del año pasado en Somalia, tardan en responder al llamamiento. Hasta ahora apenas si se han comprometido la mitad de los 650 millones de dólares que necesita la Organización de las Naciones Unidas para atenderles. Otras agencias de ayuda han informado que están igualmente carentes de fondos.
Cuanto más tarden los donantes, más vidas se perderán y más costosa será la ayuda, alerta José Luis Fernández, coordinador regional de emergencias en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). «Es la lección que aprendimos en Somalia. No tenemos tiempo que perder. Necesitamos movilizar el apoyo ahora», dijo.
Cuesta entre 10 y 20 veces más enviar alimentos por aire a una zona afectada que por barco. Además, se necesitan 80 dólares al día para atender a niñas y niños desnutridos, mientras que se requeriría solo un dólar diario tomar medidas que impidan a los menores caer en ese estado, por medio de programas de desarrollo.
Justamente, el problema en el Sahel es que ese tipo de programas a largo plazo casi no existen. La región sufre de sequías cíclicas que han socavado la capacidad de resistencia de la población. Aun en un año «normal», la mitad de los niños menores de cinco años, los más vulnerables, sufren desnutrición crónica. Esto significa que el paso a una hambruna plena es muy corto.
Los efectos del cambio climático, el crecimiento de la población, la pobreza aguda, el limitado acceso a los servicios básicos, el cambio de los patrones migratorios, la mala gobernanza, la competencia por los escasos recursos y los conflictos bélicos son problemas que se han intensificado en una región donde la mayoría de sus habitantes dependen de la agricultura y del ganado para sobrevivir.
Es por esto que expertos en desarrollo subrayan el hecho de que la ayuda de emergencia solo podría serle útil al Sahel en el corto plazo, y que se necesitan planes estructurales de largo alcance para que la región genere resistencia a las sequías. «Esos programas deberían incluir inversiones en el desarrollo agrícola, en la protección social y en los servicios de salud, en el agua y el saneamiento, así como en la adaptación al cambio climático», dice Johannes Schoors, director de la organización internacional de ayuda CARE para Níger, donde cada vez más personas son arrastradas al hambre debido a la sequía.
Aun si se comprometieran todos los fondos necesarios, extender la asistencia humanitaria sería difícil y compleja. El Sahel es una región vasta e inconexa, con muchas aldeas en lugares aislados, que convertiría en una pesadilla logística distribuir alimentos y otros suministros. «Como la gente vive dispersa, la logística es complicada y cara. Las distancias para alcanzar a las personas son enormes, las carreteras son muy malas y a veces ni siquiera existen», dice Schoors.
La situación se ve agravada por los últimos brotes de violencia. En enero estalló un conflicto entre el ejército de Malí y rebeldes del grupo étnico nómade tuareg, que reclaman un estado independiente en la norteña zona de Azawad. Mientras, Nigeria sufre los atentados del grupo islamista Boko Haram, así como operaciones de la red radical Al Qaeda.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), que intenta salvar a niñas y niños severamente desnutridos en la región, el primer convoy de camiones con suministros no pudo llegar a las áreas inseguras del norte de Nigeria, fronterizas con Níger. «Se vuelve cada vez más difícil alcanzar a personas necesitadas. Afrontamos dificultades similares en el norte de Malí. Prevemos un periodo de gran inestabilidad en la región», dijo la consejera regional de Unicef sobre nutrición para África Occidental y Central, Felicité Tchibindat.
Los conflictos han causado un gran desplazamiento de personas. Al menos 22.000 refugiados llegaron a Mauritania, Burkina Faso y Níger a comienzos de este mes, y se instalaron en las zonas de mayor inseguridad alimentaria en esos países. «El desplazamiento de personas a áreas donde los residentes ya están sufriendo hace más difícil el envío de ayuda, además de generar tensiones sociales y aumentar el potencial de conflictos», dijo Fernández.
Las cuatro esquinas del problema, la sequía, las fallas estructurales, la violencia y los refugiados requieren una respuesta urgente, añadió. Pero, por ahora, muchas agencias de ayuda no pueden acelerar sus esfuerzos a menos que reciban los fondos necesarios.