Hablamos con João Lopes Marques, escritor y periodista
Por Mario Queiroz
Lisboa, (IPS) - «¿A quién debo telefonear si deseo hablar con Europa?». Esta famosa pregunta del exsecretario de Estado estadounidense Henry Kissinger tiene en la actualidad una respuesta obvia: la alemana Angela Merkel, es quien corrige a los primeros ministros, neutraliza a los jefes de Estado y transfiere el poder regional de Bruselas a Berlín.
Analítica y ambiciosa, Merkel se convirtió en 2005 en la primera mujer en ocupar la cancillería de su país. Casi todos, con el líder conservador Helmuth Kohl a la cabeza, subestimaron entonces a esta hija de un pastor protestante, doctora en física y química, criada en la hoy desaparecida República Democrática Alemana (RDA) y con pasado militante en las Juventudes Comunistas.
El escritor y periodista portugués João Lopes Marques expone de esta manera en las 270 páginas de su último libro, titulado «El plan Merkel», lo que define como la verdadera historia de la mujer más poderosa del mundo, la que «decide nuestro destino».
A esta obra, presentada este lunes en Lisboa, la anteceden «El hombre que quería ser Lindbergh», «Terra Java» «Iberiana» y «Choque cultural».
Licenciado en relaciones internacionales y con un máster en estudios europeos, Lopes Marques recuerda que la crisis financiera de 2008 «acabó por empujar a Merkel hacia el cotidiano más íntimo de todos nosotros» y, de repente, «palabras como diktat, über alles, IV Reich y otros fantasmas teutónicos, empiezan a abrir los noticiaros europeos».
Merkel ha dado lugar a las teorías de conspiración más increíbles. ¿Cómo surgen?
João Lopes Marques: Merkel es un personaje totalmente atípico que hace la transición entre dos mundos, el socialismo y el capitalismo, y que ha tenido un meteórico ascenso político en Occidente. Absolutamente inimaginable.
Surge en el momento justo con el perfil adecuado. El canciller Helmut Kohl (1982-1998) necesitaba entonces una joven protestante del este (RDA) para hacer la propaganda de la consolidación de la reunificación alemana. Y lo que pasa es tan sorprendente, que hay personas que sostienen que es la hija de Hitler, un producto de la CIA o incluso una extraterrestre.
Obviamente, no creo nada de esto. Sin embargo, hay una evidente pauta en su acción política: una gran «Americofilia», a veces disfrazada. El Atlantik-Brücke, un grupo de presión berlinés al que pertenece su círculo más cercano, participa del Bilderberg, una comunidad de intereses de las élites transatlánticas.
¿Qué le sorprende más de su carácter?
JLM: Lo mismo que sorprende a todos los demás autores que se centran en ella: la falta de ideología, visión y coraje, su navegación sin brújula de valores.
Sus nortes son solo el dinero, su próxima reelección en el gobierno y como líder de la CDU (siglas en alemán de la Unión Demócrata Cristiana) y de los alemanes. De allí nace el apodo «Canciller de última hora»: aplaza cualquier compromiso hasta el último minuto y hace concesiones que siempre son muy tímidas. La gestión de la crisis en la eurozona lo demuestra.
¿Cómo define la actual estrategia de afirmación del poder alemán? ¿Está Europa incluso en guerra, como algunos analistas sostienen?
JLM: Comenzando por la segunda parte de su pregunta, sí. Europa está verdaderamente en guerra, económica ante todo, pero también entre el norte y el sur de la región. No será como la Guerra de los Treinta Años entre protestantes y católicos, pues, más que con la religión, tiene que ver con las culturas y estilos de vida. La siesta, por ejemplo, ha pasado a ser moralmente incorrecta.
En nombre de la salvación del euro, Alemania se siente con el derecho a germanizar Europa. A Merkel le gusta pensar que algún día todos los europeos hablarán su idioma, por lo menos como segunda lengua.
Pero lo más importante es la gran apuesta de la afirmación alemana en tres pilares.
Primero es ganar la batalla de las exportaciones, sobre todo a los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que representan el 50 por ciento de su producto interior bruto.
Segundo, aprovechar la debilidad de sus vecinos en la crisis pos-2008 y usar la oportunidad para reescribir un nuevo orden europeo.
Por último, deshacerse de los tabúes más inconvenientes de la posguerra, como ser un estado militarmente eunuco y la venta de armas al exterior, puesto que ese país es el tercer mayor vendedor de armas del mundo, detrás de Estados Unidos y Rusia.
Tras ocho años en el poder, Merkel se prepara para el tercer mandato. ¿Ya tiene algún político delfín, el príncipe heredero de este poder continental?
JLM: Por lo que trasciende de sus biógrafos de muchos años, se percibe que a Merkel le gusta ejercer el poder. Y le gusta demasiado. No tiene hijos ni familia que dependan de ella. Esta es su profesión de por vida.
Sus índices de popularidad actuales también ayudan. El valor nominal es mayor que el de su partido, que lo tiene en la mano.
Es casi un dato adquirido que ganará los comicios federales del 22 de septiembre. Por lo tanto un sucesor es también un enigma. Se habla de Thomas de Maizière, su ministro de Defensa y quien la lanzó a la alta política en 1990, y de Karl-Theodor zu Guttemberg, quien debió abandonar el gabinete ministerial en 2011 al confirmarse que había plagiado su tesis doctoral.
También se menciona a David McAllister, ex ministro-presidente de Baja Sajonia, hijo de escoceses. Angela lo ve como un futuro campeón del libre mercado, un pragmático con los pies en la tierra, como ella.
¿Qué rasgos de la República Democrática Alemana todavía hoy prevalecen en Merkel?
JLM: La gestión del silencio tácito. Sólo responde a algo -y nunca en blanco y negro- cuando ya no tiene la alternativa de guardar silencio. Véase el escándalo del programa de espionaje de Estados Unidos.
Merkel siempre sabe mucho más de lo que dice. Lo mismo sobre lo que va compartiendo acerca de la primera mitad de su vida (en la RDA). Por otra parte, su falta de sensibilidad hacia los valores. Los fundamentos ideológicos del proyecto europeo, que se fue guisando en los años 50, precisamente para evitar la guerra con Alemania.
Más aún, la indiferencia ante la historia. Con ella hemos entrado en una nueva era de la física cuántica que es después de todo, su especialidad profesional. Como en el «principio de la incertidumbre», de Werner Heisenberg, según el cual un átomo desaparece por aquí y no sabemos dónde va a reaparecer.
Con Merkel se inauguró algo nuevo: la política cuántica. Jamás conoceremos con exactitud sus ideas.