Las convulsiones de la política en aquellos años complican la estancia de la joven en España y ponen en peligro el futuro de la pareja. El crimen de uno de los residentes implica a los amantes y pone al descubierto una trama de corrupción política que llega hasta las altas esferas del gobierno de Alejandro Lerroux.
Esta es la trama central de "El amor no es un verso libre" (Suma de letras), la última novela de Susana Fortes, en la que se desarrollan en paralelo los niveles amoroso y político, a los que viene a unirse el policíaco, de manera que una narración que cuenta la historia de amor adúltero de una pareja formada por un profesor y una de sus alumnas, se transforma en un relato de novela negra que se desarrolla en medio de las convulsiones políticas y los episodios de corrupción que jalonaron los prolegómenos de la guerra civil española.
El escenario es el Madrid de los primeros años 30, un escenario que Susana Fortes recrea minuciosamente gracias a una gran labor de documentación, desde los trazados de las calles y los barrios de la época hasta los nombres de los establecimientos, de modo que la lectura se parece a un recorrido por las fotografías de aquel Madrid que inmortalizaron Alfonso, Santos Yubero o Ramón Masats.
La Residencia de Estudiantes, el escenario que en aquellos años poblaron García Lorca, Dalí, Buñuel, Margarita Xirgu... a quienes Susana Fortes reúne en uno de los capítulos clave de la historia, se convierte en un espacio de referencia de «El amor no es un verso libre», a la manera en que lo había hecho Antonio Muñoz Molina en «La noche de los tiempos».
Fortes describe a los personajes de este entorno con trazos simples y efectivos: «Juan Ramón Jiménez, un hombre serio y ensimismado que, más que en una fiesta, parecía hallarse en el entierro del Conde de Orgaz»; «Dalí, flaco como una astilla»; «José Bergamin, un tipo desgarbado, de cara larga y caballuna, que contrastaba con su timbre de voz, algo atiplado»; «Unamuno, tan parecido a Don Quijote»; «María Teresa León, rubia como una actriz de cabaré, con los labios pintados de rojo»... y no ahorra críticas a los residentes encumbrados por la historia y por la cultura: «... seres divinos que se creían muy vanguardistas y modernos, pero continuaban solucionando sus asuntos terrenales como en el siglo XIX: en una casa de putas de la calle de las Naciones».
La ficción que es realidad
Pero en la historia de ficción del amor entre Álvaro López Ugarte y Katherine Moore, Susana Fortes recrea aquella otra real del poeta Pedro Salinas y la estudiante Katherine Whitmore (sin apenas ocultar el nombre de la amante), al modo como Max Fritch recreara la suya propia con una de sus alumnas en su novela «Montauk». El desarrollo y el desenlace de la novela de Fortes aluden a las relaciones entre el poeta español y su amante americana, incluido el escándalo social que provocó en su momento, aunque en un imaginativo juego metaliterario, la novelista convierte a Salinas en uno de los personajes secundarios de la novela, con un importante papel en su desenlace.
Una de las reflexiones que propone la lectura de la novela de Susana Fortes es la del planteamiento del papel de la mujer en una sociedad a la que cuesta desembarazarse de los viejos clichés y de las costumbres conservadoras, y a que también el hombre debe elegir entre una forma de vida que le ata al pasado u otra que le ofrece un futuro tal vez menos cómodo pero más gratificante. Una situación que Susana Fortes resume en la voz de la protagonista: «... antes o después todo el mundo tiene que elegir. O esto o lo otro. A quién amas, con quién te quedas, a quién traicionas» (p. 272).