Las orquestas sinfónicas de Venezuela que enamoran a públicos de varios continentes con la juventud y entusiasmo de sus ejecutantes, antes que una iniciativa artística, conforman un programa social de lucha contra la pobreza y la exclusión, resalta su fundador, José Antonio Abreu.
El sistema de orquestas y coros, iniciado en 1975 con una decena de adolescentes reunidos por Abreu en un sótano para un primer ensayo, encuadra hoy a 400.000 integrantes en 90 formaciones preescolares, 130 infantiles, 288 juveniles y 30 profesionales.
Una de ellas, la Sinfónica Juvenil de Caracas, ha completado este martes en el Festival Beethoven de Bonn su cuarta gira internacional, esta vez por seis ciudades europeas, acompañada por un Abreu que, a sus 73 años, todavía se multiplica en atender desde detalles de ensayos hasta las relaciones con los mayores centros musicales del mundo.
Abreu, músico y economista, fue parlamentario y ministro de Cultura en 1989-1993, su nombre figura como padrino en instituciones musicales de varios países y ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su labor.
Si el sistema de orquestas no es solo un programa artístico sino social, de lucha contra la pobreza y la exclusión, ¿cómo se hace para, al mismo tiempo, exportar música de calidad y reivindicar a los excluidos?
José Antonio Abreu.- En eso consiste nuestro magno reto. En desarrollar un sistema musical de altísima calidad, donde la excelencia sea la pauta, pero al mismo tiempo garantizar que todos los niños y jóvenes venezolanos de medianos y bajos recursos tengan acceso pleno y gratuito a esta formación.
¿Ese camino a la excelencia no implica hacer música de elites?
JAA.- La música tiene que dejar de ser un arte para elites, tiene que dejar de ser un monopolio de minorías y transformarse en un patrimonio universal, especialmente de los pobres. Y una cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura, sino una de altísimo nivel estético y altísimo nivel pedagógico y social.
Pero, ¿cómo es que la música y este sistema arrancan a los jóvenes de la pobreza, de la exclusión, de las necesidades y de problemas asociados como delincuencia o droga?
JAA.- En el mismo instante en que el niño recibe un instrumento y un maestro, está totalmente rescatado, porque ante él se abre un camino infinito, que es el del arte.
Arte significa perfección, y el camino hacia la perfección no tiene límites. Si ese es el camino que se abre ante un niño cuando recibe un instrumento y un maestro, el resto es cosa nuestra: proporcionarle educación, la infraestructura adecuada, la calidad de los instrumentos que requiere, sus maestros, y estimularlo a continuar.
¿Es ese el rescate de la pobreza?
JAA.- Eso es. Porque la pobreza no es solamente material. La más terrible es la de no ser nadie. Teresa de Calcuta insistía mucho en esto, en la no-identidad, que es la pobreza más miserable. El artista adquiere una identidad lindísima ante la sociedad y estos niños la tienen desde muy niños, con su uniforme, su instrumento, su orquesta, sus conciertos, ellos se sienten orgullosos de lo que son y de lo que hacen, y aspiran a un mejor futuro personal y colectivo.
Casi 40 años después de haber iniciado este movimiento, ¿cuál es el balance que hace usted de lo que comenzó como una iniciativa pequeña?
JAA.- Bueno, estamos en 400.000 jóvenes y niños en total, considerando conjuntamente la red de orquestas y la de coros. Son 400.000 familias involucradas en esto, lo cual constituye un proyecto social de extraordinaria magnitud. Y con la multiplicación de los maestros y de estructuras, la construcción de nuevas sedes y la dotación de nuevos instrumentos, el sistema no tiene ya límite de crecimiento.
¿Es posible en América Latina desarrollar otros movimientos como el de Venezuela? ¿Su sistema de orquestas y coros trabaja con otros países de la región?
JAA.- Estamos ya haciéndolo. Trabajamos con Perú, Colombia, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Brasil, con toda América Central, con México, y también con España y Portugal, a través de las cumbres iberoamericanas para una orquesta de ese bloque ya estrenada. Y en el resto del mundo nos estamos relacionando con los sistemas de Escocia, de Italia, Francia y de Grecia, que se están creando. Son programas de cooperación e intercambio para jóvenes de Europa.
¿Esto debería significar que más composiciones de latinoamericanos se incorporen a los repertorios que los sistemas de orquestas presentan?¿Es entonces política del Estado y no de un gobierno?
JAA.- Evidentemente, porque esto no es solo para el joven instrumentista. También el joven compositor, el joven creador, tienen cabida aquí. Y, además, el desarrollo de las orquestas y los coros abre caminos inmensos a la composición musical.
De manera que yo estoy seguro de que en los próximos años tendremos un esplendor creativo inmenso para la música en América Latina, porque los jóvenes compositores de hoy serán los maestros de mañana. Son cada vez más en número y en calidad.
¿Recibe usted críticas por la abundancia de piezas de compositores europeos en el repertorio del sistema de orquestas?
JAA.- Esas críticas provienen de la ignorancia y la mediocridad. Sobre todo de la falta de información y de cultura. Porque, quien tiene un mínimo de información sobre nosotros, sabe que, por ejemplo, el sistema tiene un programa nacional dedicado exclusivamente al cultivo de los instrumentos venezolanos, llamado Proyecto Alma Llanera.
También se acaba de otorgar una enorme suma para multiplicar en todo el país la práctica de instrumentos venezolanos y de la música nacional. De manera pues que esas críticas son producto de una lamentable ignorancia. Quienes las hacen no asisten a los conciertos.
¿Usted aprecia al sistema suficientemente consolidado como para continuar cuando usted y el equipo que lo acompaña casi desde la fundación no puedan ya estar al frente de esa tarea?
JAA.- Sin duda, porque lo que estamos haciendo ahora es formar al equipo de relevo. Ahora estamos formando estas generaciones. Esta Orquesta Juvenil tiene 22 años, la Orquesta Simón Bolívar, que es la cabeza del sistema, es ya adulta y todos sus integrantes son maestros. La multiplicación de la docencia musical que acarrea el crecimiento del sistema es indefinida y garantiza plenamente la continuidad.
¿Es entonces política del Estado y no de un gobierno?
JAA.- Desde el principio. Ha sido invariable la posición del Estado, garantizando el derecho de los jóvenes y niños a la educación musical.
Nosotros concebimos esto como el ejercicio de un derecho constitucional de los niños y los jóvenes. Y por eso el Estado garantiza su ejercicio, como garantiza los liceos, las universidades o los hospitales. Son derechos sociales ya consolidados y consagrados. Inamovibles e irreversibles.