Desde que Hugo Chávez asumió en 1999 por primera vez la Presidencia de Venezuela, mucha agua ha pasado bajo los puentes de América Latina, con la instauración de gobiernos izquierdistas o centroizquierdistas y el surgimiento de caminos de integración sin Estados Unidos. Esa construcción de identidad regional, que tiene en Chávez a uno de sus fuertes impulsores, sufre ahora los avatares de la incertidumbre generada por la grave enfermedad que aqueja al líder venezolano.
Las aguas que corrieron son de todas las tonalidades ideológicas y folclóricas de la izquierda. Desde el modelo cubano que se ha transformado y todavía perdura, también con apoyo de Chávez, a otras más frescas como el «kirchnerismo» en Argentina, el «lulismo» en Brasil, los movimientos liderados por Evo Morales, en Bolivia, y Rafael Correa, en Ecuador, o por los exguerrilleros Daniel Ortega, en Nicaragua, y José Mujica, en Uruguay.
Para el dirigente campesino brasileño Joao Pedro Stédile, del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, aliado de Chávez en proyectos de reforma agraria, la asunción del mandatario venezolano marcó el «inicio de la derrota del neoliberalismo en América Latina». «Después de su llegada al gobierno se formó una ola en todo el continente. Y el pueblo, percibiendo los maleficios de las políticas neoliberales, eligió en la mayoría de los países a candidatos antineoliberales», explica Stédile.
Chávez dio las primeras puntadas de una alternativa para la región, entretejida con retazos de pensamientos de figuras emblemáticas como Simón Bolívar, Ernesto «Che» Guevara y Juan Velasco Alvarado, que también lo inspiraron en su obsesión de crear un frente latinoamericano sin el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) con Estados Unidos.
El mandatario venezolano gestó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), definida por Stédile como «un proyecto alternativo a la globalización capitalista», y fue insistente en el fortalecimiento de otros como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Para el analista internacional Sébastien Dube, de la Universidad chilena Diego Portales, el papel de Chávez fue «determinante». Señala que «ha tenido un protagonismo que ningún líder venezolano y muy pocos latinoamericanos han logrado en el escenario regional e internacional. Su rol ha sido clave en el fracaso del proyecto del ALCA, ha cuestionado las instituciones débiles del sistema interamericano y ha propuesto un proyecto alternativo al modelo neoliberal, sacando provecho de los límites de éste». Aunque «su propio proyecto, el ALBA, muestra más señales de fracaso que de éxito, los cuestionamientos radicales de Chávez han dado mucha legitimidad y han abierto espacios para que líderes de la izquierda moderada (como el expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, 2003-2011) pudiesen criticar el mismo modelo neoliberal y ser escuchados».
Venezuela ha ingresado también en Mercosur (Mercado Común del Sur, integrado originalmente por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), al que ve como una opción de integración económica de toda América del Sur. «Venezuela ya estaba comprometida con los procesos de integración antes de Chávez, pero éste fue decisivo en dirigir la mirada hacia el Cono Sur americano, en lugar de exclusivamente hacia los países andinos», según analiza el sociólogo Gabriel Puricelli, presidente del Laboratorio de Políticas Públicas, un centro no gubernamental de estudios progresista de Argentina.
Ese compromiso también resultó fundamental para ayudar a economías de vecinos en crisis, como Argentina, en la colocación de bonos de deuda o en la importación de combustibles pesados. La Venezuela de Chávez además apuntaló con petróleo a otros países amigos como Cuba, Uruguay y Nicaragua, rescatando así los tradicionales conceptos de «solidaridad revolucionaria entre los pueblos» o de «complementariedad» económica, en términos menos políticos.
En el caso de Bolivia, el investigador social en democracia y desarrollo de ese país, Roberto Laserna, explica que el apoyo financiero de Chávez ha contribuido «de manera decisiva a forjar el caudillismo presidencial» de Morales. La explicación de Laserna es que ese respaldo ha permitido contar con dinero de libre disponibilidad, ajeno a las restricciones de asignación presupuestaria, procesos de licitación y aprobación de proyectos, para un programa gubernamental denominado «Evo Cumple». Opina que «con esos fondos y proyectos, se ha mantenido una suerte de campaña electoral permanente y proselitismo personal en diversos rincones del país».
El modelo «bolivariano» tuvo un importante motor político, que también se reflejó en el apoyo de Chávez a la pacificación en Colombia, pero para el que también fue fundamental el petróleo. El analista internacional chileno Guillermo Holzmann explica que el modelo «tiene una característica que no es menor, y es que es uno de los pocos con recursos para financiar una revolución como la que está haciendo Chávez». «Eso le ha permitido ir generando alianzas en virtud de los recursos que ofrece para poder mantener una suerte de integración sobre una base de cooperación, que muchas veces favorece a los países más pobres, pero que en la práctica no implica una integración productiva».
Con economías más sólidas como la de Brasil, Venezuela también aplicó el «hoy por ti mañana por mí». Grandes empresas de infraestructura brasileñas actúan en Venezuela, y otras de energía se anuncian en Brasil. Brasil, que ante los ojos de Estados Unidos se muestra como la fiel balanza de la izquierda latinoamericana, mostró su agradecimiento con acciones de política internacional. Además de apadrinar el ingreso de Venezuela al Mercosur, fue el primer país en apoyar públicamente la prórroga del mandato de Chávez.
Integración con piernas propias
Ahora, frente a un eventual escenario sin un Chávez en la primera línea de combate, sumado al segundo plano actual de Lula y al fallecimiento del expresidente argentino Néstor Kirchner (2003-2007), un trío de gran impacto a partir del «NO al ALCA» en 2005, la gran duda es si la integración tiene piernas propias para avanzar. Para Holzmann, hay que remitirse al caso argentino, que habría demostrado que «el 'kirchnerismo' puede sobrevivir sin él», como un elemento estructurador de una propuesta política y económica.
El analista chileno señala que «el modelo de Lula también ha logrado sobrevivir y tener un desarrollo importante. Tanto es así que, cuando lo sumamos al chavismo, los vemos juntos en la Unasur y en el Mercosur». «Pese a que ni Brasil ni Argentina están en el ALBA, sí mantienen una relación con Caracas que es pragmática en lo comercial y caso a caso en lo ideológico. Claramente, la existencia de una Venezuela con Chávez o incluso sin él le es conveniente a Argentina y a Brasil en virtud de sus propias visiones», agrega.
Desde otro punto de vista, Sebastián Dube, también coincide. «Los problemas de la integración latinoamericana son mayores al papel o a las trabas que le pone cada uno de sus líderes políticos. Es que según Puricelli, el futuro de ese como de otros procesos de la integración, tiene mucho más que ver «con el diablo que está en los detalles del comercio regional» que con «liderazgos políticos visibles».
Sin embargo, el brasileño, Joao Pedro Stédile, reconoce que el liderazgo de Chávez ha sido clave. «Su personalidad y determinación imponían un ritmo siempre acelerado y sin vacilaciones a los cambios necesarios». No obstante, el dirigente campesino confía en la continuidad. «Como todos sabemos, los liderazgos populares tienen un papel fundamental en la historia, pero ellos por sí solos tampoco pueden hacer cambios. Chávez sabe eso, y por lo tanto durante toda su trayectoria política siempre impulsó y estimuló la organización popular, las movilizaciones de masa, como fuerza y política necesarias para construir un proyecto alternativo».
* Con aportaciones de Marianela Jarroud (Santiago), Franz Chávez (La Paz) y Sebastián Lacunza (Buenos Aires).
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