Hablamos con Mukhisa Kituyi, economista, secretario general de la UNCTAD
A sus 50 años de vida, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) se encuentra empeñada en una lucha por la reducción de las desigualdades económicas y sociales en el mundo. En comparación a 50 años atrás, las desigualdades internas de los países «han aumentado hoy en un número alarmante de países, tanto ricos como pobres» justificó el secretario general de la Conferencia, el economista keniano Mukhisa Kituyi.
«Algunos individuos son hoy tan ricos como países enteros», nos dice en la sede de la agencia en Ginebra.
La UNCTAD nació impulsada por los países del Sur y por esa razón en el concierto de la ONU se conoce como «la agencia de los pobres».
Al crear la UNCTAD, el 16 de junio de 1964, los estados miembros ya advirtieron que «el desarrollo económico y el progreso social deben ser la preocupación común del conjunto de la comunidad internacional», recuerda Kituyi.
Su asamblea constitutiva encomendó a la nueva institución el mandato de «formular principios y políticas sobre comercio internacional y los problemas relacionados con el desarrollo económico».
Kituyi observa que tales objetivos representaron «un movimiento más allá de lo que antes había conducido al establecimiento de las instituciones de Bretton Woods (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional) y del Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT)», antecesor de la actual Organización Mundial del Comercio (OMC).
Esa singularidad y su cercanía con los países del Sur en desarrollo colocaron a la UNCTAD en la mira de los países del Norte industrial y de las instituciones que giran a su alrededor. En sus 50 anos, la Conferencia ha superado numerosas ofensivas destinadas a modificar sus políticas favorables al Sur y a recortar sus presupuestos.
Kituyi, quien asumió la jefatura de la organización en septiembre del año pasado, comenta su visión del panorama social y económico en que se desenvuelve la UNCTAD.
¿Cómo percibe la reacción de la sociedad ante las desigualdades?
Mukhisa Kituyi- La desigual distribución del ingreso y la riqueza ha exacerbado recientemente pasiones y estimulado el debate público de manera nunca vista en más de una generación. A través del mundo, personas con diferentes culturas, religiones y opiniones políticas concuerdan cada vez más en que una sociedad desigual no es solo injusta sino también improductiva.
¿Algún ejemplo?
MK- La desigualdad ha capturado nuestra imaginación, como evidencia el reciente y sorprendente éxito del libro del economista francés Thomas Piketty, «El Capital en el Siglo XXI». Hablar de impuestos globales (como propone Piketty) para reducir las desigualdades, algo impensable hasta hace una década, ha aparecido en los titulares y en las ondas de las distribuidoras de noticias más conservadoras y liberales.
¿Qué conclusión saca de ese texto, convertido en un fenómeno de ventas y comentarios?
MK- La popularidad del libro del profesor Piketty es sobre todo una reflexión sobre la vasta comprensión de la sociedad en conjunto, de que las prácticas económicas no sustentables orientadas a la acumulación excesiva de riqueza son no solo injustas, sino que también pueden llevar a crisis y estancamiento, e inclusive a conflictos.
¿Cuál ha sido la reacción de la comunidad internacional?
MK- En las Naciones Unidas de Nueva York, diplomáticos de cada rincón del mundo están ahora trabajando para concertar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que van a continuar desde el punto en que los Objetivos de Desarrollo del Milenio concluyan en 2015. Aparte de las obvias preocupaciones ambientales sobre el cambio climático, la sostenibilidad económica y social figuran en el centro de esas discusiones.
¿Qué se contempla para el caso de las desigualdades?
MK- Un objetivo, el de reducir la desigualdad dentro y entre países para 2030, se incluye en la lista que consideran actualmente los estados miembros de la ONU. Esa es una directa consecuencia del creciente consenso acerca de los efectos perjudiciales de la desigualdad sobre la prosperidad duradera.
¿Qué antecedentes existen en la materia?
MK- Nuestro recién descubierto y creciente interés por reducir las desigualdades y asegurar la prosperidad para todos debe basarse en la firme aversión a la desigualdad que ha estado en el seno del trabajo de medio siglo de la ONU.
¿Y en el caso de su organización?
MK- Cuando la UNCTAD fue fundada exactamente hace 50 años, nuestros estados miembros llamaron específicamente a que «la división del mundo en áreas de pobreza y de abundancia fuera desterrada y la prosperidad alcanzada por todos».
¿Que ha pasado en estas cinco décadas?
MK- La diferencia clave entre la actualidad y hace 50 años es la naturaleza de las desigualdades que afrontamos. La nueva economía global ha traído consigo tanto inmensas esperanzas como inmensas desigualdades.
Medio siglo después de la fundación de la UNCTAD vemos prometedoras disminuciones de desigualdad entre países, como en varias naciones en desarrollo, en particular los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). También otros han experimentado resultados de crecimiento significativos y moderado éxito en la transformación de las estructuras de sus economías de la agricultura hacia la industria y los servicios.
¿Qué estrategias se seguían?
MK- Todavía hace 15 años, cuando formulábamos los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el foco apuntaba a reducir las desigualdades entre países mediante la reducción de la extrema pobreza a través del crecimiento. La globalización, que permitió reducir la pobreza a la mitad durante los últimos 20 anos, ha actuado como un arma de doble filo, dejando atrás a los menos acomodados, tanto en los países más pobres como también en las economías más avanzadas.
¿Y qué políticas se requieren ahora?
MK- El papel del sistema multilateral, en facilitar bienes públicos globales a quienes salieron perdiendo con la globalización, nunca ha sido más necesario.
Por eso, cuando celebramos el quincuagésimo aniversario de la UNCTAD, sabemos que el mundo puede haber cambiado desde que fue creada la organización, pero la necesidad de un espacio inclusivo de diálogo, que nuestra Conferencia provee, es más imperiosa que nunca.
¿Y con respecto a cada área especifica de la economía?
MK- Para reducir las desigualdades en nuestros estados miembros, el comercio debe servir de salvador no de demoledor, las finanzas deben construir no destruir y el progreso tecnológico debe servir los intereses de todos los segmentos de la sociedad.
¿Cómo se lleva todo esto a la práctica?
MK- Son necesarias estrategias de desarrollo nacional acertadas para asegurar esos objetivos, en particular en los países menos desarrollados y en África. En todas esas áreas, las experiencias de la UNCTAD son incomparables y al entrar en la segunda mitad de nuestro siglo reforzaremos nuestro trabajo para servir tanto a los países en desarrollo como a los industrializados en apoyar esas áreas críticas.