La cumbre de Río+20 apenas servirá de terreno donde se intentarán cultivar las ideas y los valores que necesita la humanidad para el siglo XXI. Pero nadie espera, o siquiera desea, un gran tratado internacional sobre desarrollo sostenible, se lamenta Manish Bapna, presidente interino de la organización ambientalista internacional World Resources Institute, con sede en Washington. «Lo importante ocurrirá en forma paralela a las negociaciones formales».
No obstante, «puede que haya algunos esperanzadores compromisos específicos» de los países en la Conferencia de las Naciones Unidas. Quizá el resultado más importante de Río+20 sea acabar con el erróneo concepto de que proteger el ambiente perjudica al crecimiento económico, cuando en realidad es lo opuesto, señala.
Sin un ambiente saludable y funcionando, la humanidad pierde los beneficios de «productos gratuitos»: aire, agua, tierras de cultivo y un clima estable. «Uno de los principales escollos para el futuro es que funcionarios de muchos países creen que avanzar en un sendero más sostenible implica un costo demasiado alto», dice.
Bapna espera que Río+20 genere un «nuevo discurso», con una mayor comprensión de que una economía baja en carbono y eficiente en términos de recursos puede también aliviar la pobreza y crear más empleos. Se espera que al menos 50.000 personas participen en cientos de actividades en Río+20, entre ellas más de 130 líderes mundiales, incluyendo el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y los primeros ministros Manmohan Singh, de India, y Wen Jiabao, de China.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, no ha confirmado su participación en el encuentro, que se realiza 20 años después de la Cumbre de la Tierra. Aquella reunión, también en Río de Janeiro, dio luz a tres importantes tratados sobre medio ambiente, cambio climático, biodiversidad, degradación de tierras y desertificación.
Sin embargo, en casi todas esas categorías, la situación ha empeorado desde 1992. Solo pocos países, como Alemania, entienden la necesidad ambiental y económica de optar por un sendero más sostenible, afirma Bapna. «Alemania está realizando el esfuerzo individual más importante del mundo para combatir el cambio climático y reducir el carbono en su economía», reconoce. Ese país se ha comprometido a duplicar su producción energética y de recursos para 2020, lo cual generará nuevos empleos y fortalecerá su competitividad en un mundo con cada vez menos y más caros recursos.
El consumo de agua potable, petróleo, cobre va camino de triplicarse para 2050, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas de 2001. El problema es que no quedan recursos suficientes en el planeta para sostener ese ritmo. Alrededor del 22 por ciento de la energía de Alemania procede de fuentes renovables, y su meta es alcanzar el 35 por ciento en 2020 y el 80 por ciento en 2050. Para esto, hace grandes esfuerzos en la mejora de la eficiencia energética.
Río+20 necesita atraer a las personas con nuevas «historias» sobre el imperativo de vivir de forma sostenible, con ejemplos de cómo se pueden crear nuevos mercados y empleos verdes, dice Bapna.
Mientras, las negociaciones oficiales de Río+20 van tan mal que han tenido que añadir sesiones. Las delegaciones negocian el llamado «borrador cero», donde se procura establecer una hoja de ruta para el crecimiento sostenible en la que se prevé establecer una serie de metas.
Sin embargo, como todos los acuerdos de la ONU, cada palabra necesita una aprobación unánime de todas las naciones, lo que es extremadamente difícil. «Reconocemos que no podemos continuar quemando y consumiendo nuestra forma de prosperidad. Sin embargo, no hemos adoptado la solución obvia. La única solución posible, hoy como hace 20 años, es el desarrollo sostenible», señala en una declaración el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
El máximo jefe del foro mundial admite que las negociaciones van «dolorosamente lentas», tuvo que intervenir personalmente para añadir otra semana de conversaciones, instando a los países a que miren más allá de sus intereses nacionales. Río de Janeiro «ofrece una oportunidad generacional para accionar el botón de reiniciar, para fijar un nuevo curso hacia un futuro que equilibre las dimensiones económica, social y ambiental de la prosperidad y el bienestar humano», afirma.
Cuando faltan menos de 30 días para el encuentro de alto nivel todavía no «hay una definición acordada de lo que es la economía verde», dijo Craig Hanson, director del Programa de Población y Ecosistemas del Instituto de Recursos Mundiales.
Hay un creciente consenso sobre la necesidad de un crecimiento y un desarrollo verde, pero la población en general no sabe exactamente lo que eso significa. Alemania ofrece un ejemplo con sus esfuerzos de energía limpia, se han creado 370.000 empleos, dijo Hanson. Otro es el éxito de Níger en revertir la desertificación en la zona del Sahel, agregó. Las negociaciones sobre cómo lograr economías más verdes son una verdadera batalla, señala, pues muchos países colocan sus intereses nacionales por encima de los del planeta y de las futuras generaciones.
Reducir gradualmente los millones de dólares que los gobiernos invierten anualmente en ayudas para los combustibles fósiles sería un camino ideal, pero no está claro si las naciones están dispuestas a recorrerlo, dice Bapna. «¿Repetirán sus anteriores promesas o harán firmes compromisos en Río? Simplemente no lo sabemos».
El mundo ha cambiado desde 1992. Las cosas son mucho menos predecibles. No hay una visión ecológica única para todos los países.
«Lo que sabemos es que esta es una década crítica. El mundo necesita compromisos a corto plazo para actuar», afirma Bapna.