Un portavoz de Angela Merkel ha reconocido este lunes que la canciller sigue apoyando a Sarkozy para que se mantenga en la presidencia francesa, pero también ha querido aclarar que Alemania y Francia han colaborado mutuamente desde la Segunda Guerra Mundial independientemente de quien gobernara. «Esta es la campaña electoral del presidente Sarkozy, no la campaña de la canciller alemana», ha dicho el portavoz del gobierno alemán para aclarar que Merkel no hará campaña en favor de su colega francés.
Las elecciones francesas ya han supuesto críticas internas en Alemania para Merkel, primero por anunciar un apoyo directo a Sarkozy que nunca se materializó tras difundirse que habría una campaña común de dirigentes europeos contra Hollande y después por negarse a recibir al candidato, según denunció el Partido Socialista francés.
Con más intención de abrir vías de entendimiento con un posible presidente socialista en Francia, el ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, ha insistido en la cooperación bilateral entre los dos países, si Hollande llega a la presidencia y ha tirado de diplomacia para calificar de positivo que la segunda vuelta de las presidenciales francesas «enfrente a dos reputados candidatos demócratas que defienden Europa y la amistad franco-alemana».
Lo cierto es que Hollande, durante la campaña, ha plantado cara a Merkel con propuestas opuestas sobre fiscalidad e inmigración e incluso llegó a decir que la canciller alemana «no decide en nombre de todos los europeos».
La prensa alemana no tiene tantos miramientos hacia el posible cambio político en Francia y, sin lamentar la hipotética marcha de Sarkozy, muestra preocupación por lo que Hollande pueda interferir en los planes alemanes sobre Europa. Die Welt ya calificaba ayer de jubilado a Sarkozy, mientras el Frankfurter Allgemeine subrayaba el miedo de los alemanes a que Europa caiga en una espiral gastadora.
En general la prensa europea ha destacado «el voto de cólera» de los franceses contra la situación francesa en la crisis, con el crecimiento de la extrema derecha, y el aislamiento que puede suponer el triunfo de Hollande para la línea ortodoxa alemana en la UE.