La obra de un fotógrafo es siempre en buena medida su propia autobiografía y en ocasiones hasta su autorretrato, sin necesidad de que el artista se fotografíe a sí mismo. Es lo que ocurre con las fotografías de Alberto García-Alix (León, 1956), que muestran su lado humano y sus preocupaciones, sus obsesiones y hasta sus sueños.
Por eso la exposición que puede verse estos días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, titulada «Autorretrato» es algo más que una evolución física del personaje (se recogen aquí fotografías desde 1976 a 2013); se trata de una mirada transversal y poliédrica a la vida y a la obra de uno de los fotógrafos más valiosos del actual panorama de la fotografía española.
Autorretrato de una biografía
Anque nació en León, Alberto García-Alix se trasladó con su familia a Madrid siendo aún un niño. Abandonó sus estudios de Derecho para dedicarse a la fotografía, una vocación que se manifestó desde los 15 años, cuando sus padres le regalaron su primera cámara. Su afición por el universo de los intérpretes del rock la inició durante el festival de Canet de Mar de 1976. Fotógrafo autodidacta, su especialidad es el retrato, fundamentalmente de personas del mundo de la marginación, para el que utiliza una estética 'heavy' y transgresora.
Como un moderno Van Gogh, declaraba a la revista La Luna en enero de 1985 que «lo primero que retrato es mi navaja, mis botas labradas, mi habitación». En 1976 conoció a Ceesepe, Ouka Lele y El Hortelano, con los que se integró en el movimiento cultural de la movida madrileña (con Ceesepe fundó Cascorro Factory, una empresa distribuidora de comics underground ubicada en el Rastro madrileño). A causa de estas relaciones se le conoce en muchos ámbitos como «el fotógrafo de la movida madrileña», a la que dedicó varias de sus obras y de la que retrató a sus componentes (Alaska, Rossi de Palma, Gabinete Caligari, Ivan Zulueta...), aunque él rechaza esta etiqueta. Sus fotografías ilustraron las portadas de discos de grupos de aquellos años, como Los Coyotes y Pistones.
En 1981 se organiza su primera exposición individual en la galería Buades, que le introdujo en el mundo de la fotografía profesional. En 1989 fundó El canto de la tripulación, una publicación-colectivo que también editaba libros (Ray Loriga, Ramón Chao) y que sobrevivió hasta 1996.
Entre los temas de su fotografía, influidos por la literatura y la poesía, sobresalen la droga, las motos, el porno, las pieles tatuadas de cuerpos desnudos como el suyo propio, en los que muestra sobre todo a los marginados, la gente que ha cruzado la frontera, según su propia expresión («marginados somos todos en la vida, unos de una manera y otros de otra»)... lo que le ha supuesto cargar con la etiqueta de artista maldito y anárquico. Eran temas y personajes que hasta la llegada de García-Alix apenas aparecían en la fotografía española.
Afirma que su obra no es otra cosa que su relación con la vida y con su entorno (dos de sus obras maestras son «Autorretrato. Una pequeña historia de amor» y «Mi lado femenino»). Después de series como «Los malheridos, los bienamados, los traidores» (1993), «La soledad de mis delirios» (1995)... celebró su primera exposición antológica en 1998 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y en 1999 expuso en la galería Moriarty la primera con fotografías en color tomadas entre 1978 y 1983. En el 2000 expuso «El eco de mis pasos».
En 1998 PhotoEspaña dedicó una retrospectiva a su obra que supuso su consagración entre el gran público. Su serie «Llorando a aquella que creyó amarme» (2002), dedicada a su mujer Teresa, fallecida hacía unos años, protagonizó una de las grandes exposiciones de PhotoEspaña. Las mujeres retratadas eran amigas del fotógrafo, que posaban de manera desinhibida y a veces osada: rebeldes, provocadoras, amenazantes. Conmovedoras.
En 2003, tras decidir asentarse en París, volvió a España para exponer su serie «Érase una vez en París» («Je t'en prie»), a la que pertenecen obras de gran formato como «El amor se cosió a mis penas», «Un pozo de tristeza», «Lo que quedó de un mundo», «Camino del Gólgota» o «Betty Page», influidas por el estado de su delicada salud y el tratamiento médico al que se sometió en la capital francesa, así como por sus experiencias personales: muerte de amigos y familiares, separación sentimental dolorosa, lucha contra la adicción a la heroína. La serie comienza con una fotografía de su piso vacío antes de la ida («Última noche en Madrid»).
En 2005 regresó definitivamente a Madrid y fundó la productora No Hay Penas. La gran retrospectiva expuesta en el Museo Reina Sofía de Madrid en 2008 fue la culminación de una carrera que aún sigue manifestándose y produciendo documentos sociales de gran calidad artística. En 2012 expuso su serie «Un horizonte falso», con la que parece haber iniciado una nueva etapa, continuada con «Patria querida», un homenaje a Asturias expuesto en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid.
Galardonado con el Premio Nacional de Fotografía en 1999. Ha publicado en periódicos y revistas nacionales e internacionales como Vanity Fair, Vogue, Star.
García-Alix realizó también cortometrajes para el programa de TVE de Paloma Chamorro, como «El día en que muere Bombita» (1983) y «No hables más de mí» (1984). También experimentó con el video («Mi alma de cazador en juego», «Tres vídeos tristes», «Extranjero de mí mismo»). En «De donde no se vuelve», que también forma parte de esta exposición, revisa en 52 minutos todo su mundo fotográfico.