Según varias fuentes, Francisco es un religioso conservador en la doctrina pero, coinciden todos, modesto y cercano a los pobres, a los sin techo, a los enfermos, a los ancianos, a los presos, a los inmigrantes, a las personas sometidas a la trata laboral y sexual y a los párrocos. Se espera que su perfil ayude a recuperar la imagen de la Iglesia Católica, acosada por los escándalos de pederastia y corrupción. Para cambios más profundos, los entendidos recomiendan esperar a sus primeros nombramientos en su entorno y en las designaciones de futuros cardenales.
El obispo de Humahuaca, provincia de Jujuy, Pedro Olmedo, que estaba reunido con una decena de obispos de esa región, la más pobre del país, cuando supieron la noticia ha dicho que «para los obispos del noroeste de Argentina fue una alegría», «hubo lágrimas porque lo conocemos mucho, siempre nos ayudó y nos acompañó». «Para América Latina, tener un Papa era un anhelo desde hace muchos años. Es una apertura del Vaticano a una iglesia de otro mundo, elegido por una mayoría de cardenales europeos. Yo confío en que va a llevar al Vaticano la impronta latinoamericana, incluso a sus estructuras», asegura Olmedo.
El teólogo brasileño Leonardo Boff, padre de la Teología de la Liberación a la que se enfrentó el Vaticano, también se ha manifestado optimista ante los primeros gestos de humildad de Francisco, empezando por elegir un nombre en homenaje a Francisco de Asís, el religioso que se volcó por completo a los más pobres. Bergoglio fue el elegido por todos los obispos de la región para la redacción del documento de conclusiones de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en mayo de 2007 en Aparecida, Brasil. En él se fijó la posición eclesiástica regional en un vasto abanico de temas.
El documento reconoce la preocupación de la Iglesia Católica porque en América Latina, donde vive el 43 por ciento de sus fieles, el crecimiento de nuevos miembros es menor que el de la población, y lamenta «nuestras débiles vivencias de la opción por los pobres». «La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia latinoamericana y caribeña», sostiene el texto, que también reclama por «el número significativo de católicos que abandona la Iglesia para pasarse a otros grupos religiosos».
En este sentido, Bergoglio es un hombre que parece vivir de acuerdo a ese compromiso. Renunció a la sede arzobispal y al automóvil con chofer. Vivía en un cuarto junto a la Catedral de Buenos Aires, viajaba en ómnibus o en metro, se cocinaba su comida y rehuía los eventos sociales y a la prensa. Sus allegados cuentan que visitaba a los enfermos de sida en el Hospital Muñiz de enfermedades infecciosas. También era asiduo en los refugios de los sin techo y los comedores populares, cuidaba personalmente a sacerdotes enfermos ancianos y, a su regreso, de madrugada, se le veía en las paradas del ómnibus.
Las organizaciones que trabajan contra la explotación laboral y sexual en Buenos Aires sostienen que el prelado era su aliado, visitaba con frecuencia a las víctimas de la trata, se conmovía con sus testimonios y denunciaba a los responsables de esa esclavitud en sus homilías. También era frecuente que visitara las cárceles, otro de los mandatos del documento de Aparecida, que exhorta a reforzar la pastoral penitenciaria.
La mayor mácula sobre Bergoglio es la de su presunta complicidad con la dictadura militar (1976-1983), cuando era el provincial de la Compañía de Jesús. El prelado fue acusado de desamparar a sacerdotes y catequistas que luego fueron secuestrados y, en algunos casos, permanecen desaparecidos. Debió declarar como testigo en una de las causas en las que se investigan estos delitos, y en otra investigación judicial sobre el caso de apropiación de una niña, hija de desaparecidos. El religioso aseguró que supo sobre las apropiaciones después de finalizado el régimen.
La teóloga argentina María Alicia Brunero, autora de numerosos libros sobre ética y docente universitaria retirada, comenta que «lo importante de la designación no es tanto que haya recaído en un argentino o latinoamericano, sino en alguien de la periferia, de afuera de Europa». «Los cardenales esperan que las soluciones lleguen de afuera, de alguien con otro perfil, menos contaminado, alejado del boato y de la burocracia vaticana, y en este sentido, Bergoglio cumple con esa expectativa porque es un hombre austero, que viaja en autobús y está cerca de la gente», apunta.
Brunero, quien lo ha tratado, dice que además de esas cualidades, es un hombre que «sabe mandar y delegar» y que «no está exento de la búsqueda de poder, que no necesariamente es algo perverso. Sabe tejer redes y lo hace bien, sin pisar la cabeza a nadie», declara. «Me da esperanzas», sintetiza.
En cambio, no se deben esperar grandes cambios en materia doctrinaria, apunta María Alica Brunero. Recuerda que como arzobispo fue un crítico intransigente de la ley del matrimonio homosexual y de cualquier intento de despenalizar el aborto. Pero sí vaticina que puede traer nuevos aires en otros asuntos. Explica que «el 90 por ciento de los teólogos creemos que las mujeres pueden ejercer el sacerdocio y también somos mayoría los que queremos que se permita un clero casado». «En eso puede ser que se dé algún paso durante su pontificado», se arriesga a opinar.
La teóloga asegura que la institución de la Iglesia actualmente en mayor crisis es el sacerdocio. La mitad de los curas ordenados en los últimos años abandonaron los hábitos, no por pérdida de la fe sino «porque se enamoraron o se pelearon con la estructura por su rigidez en este tema», advierte. Brunero recuerda que el Concilio Vaticano I, que se celebró 1869, se centró en la figura del Papa. El segundo, realizado en 1959, apuntó a los obispos. «Es probable que ahora llegue un tercer concilio dirigido a los sacerdotes», opina.
En contra de sus otras posiciones conservadoras, Bergoglio reprendió en Buenos Aires a los sacerdotes que se niegan a bautizar a hijos de madres solteras. También aceptaba padrinos de bautismo que no fuesen católicos, explica Gustavo Vera, un activista por los derechos de los explotados por la trata laboral y sexual. Es asimismo un hombre abierto al diálogo interreligioso, que tuvo frecuentes contactos con los representantes del judaísmo religioso argentino.