Análisis de Kanya D'Almeida
WASHINGTON, (IPS) - Unos 2.000 delegados gubernamentales y especialistas participarán del 4º Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda, que se realizará entre el 29 de este mes y el 1 de diciembre en Busan.
En todo el mundo se alzan voces para que las economías emergentes, como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), se hagan cargo del desarrollo global. Sin embargo, algunos analistas plantean dudas sobre sus posibilidades.
Señalan como ejemplo que, mientras los BRICS prometieron 26.000 millones de dólares en préstamos a naciones de bajos ingresos en la última década, los donantes tradicionales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) comprometieron 269.000 millones en el mismo periodo.
Además, muchos observadores temen que las crecientes sociedades Sur-Sur sean simplemente una réplica algo distorsionada de las antiguas relaciones de explotación entre países industrializados y el mundo en desarrollo.
Los grupos como el BRICS «no cambian mucho lo patrones de comercio e inversiones, sino que más bien los reflejan. Hemos visto el surgimiento de corporaciones multinacionales del Sur, que han afirmado las tendencias universales del capital más que producir un gran cambio en su dirección», sostiene la economista Jayati Ghosh, especializada en desarrollo internacional.
«Por otro lado, también es verdad que, mientras el capital es cada vez más móvil y transnacional en su orientación, todavía depende grandemente del apoyo estatal y, por tanto, los estados, incluyendo los del Sur, siguen haciendo esfuerzos en nombre del capital que se origina en sus propios países», nos dijo.
«Irónicamente, a pesar de su interdependencia, los estados están cada vez más sometidos al capital, y no al revés», agregó.
Esto despierta serias dudas sobre la capacidad y el verdadero interés de los BRICS de transformar significativamente la asistencia al desarrollo o el comercio en formas que beneficien al Sur global.
Un nuevo documento de trabajo presentado por Nkunde Mwase, economista en el Departamento de Estrategia, Política y Revisión del Fondo Monetario Internacional (FMI), examina el creciente flujo de financiación del BRICS a los países de bajos ingresos, concluyó que el grupo no estaba fomentando la buena gobernanza y el fortalecimiento institucional con sus préstamos.
«Los países de bajos ingresos sin acceso al mar y con escasos recursos (naturales) recibieron significativamente menos dinero que otros ricos en recursos», señala.
La mayoría de estos préstamos para el desarrollo en los últimos años fueron impulsados por China, nos explicó Mwase.
«No encontramos ninguna evidencia sugiriendo que los países de bajos ingresos con buena gobernanza fueran recompensados con más fondos», agregó.
«Los crecientes lazos entre el BRICS y los países de bajos ingresos han aumentado los riesgos y revelan la necesidad de garantizar que la ayuda financiera no socave los esfuerzos para mejorar la gobernanza» en las naciones beneficiarias, subrayó.
»Esos préstamos podrían llevar a los países a trampas de deudas si no se tienen muy en cuenta los riesgos», alertó Mwase. «Los países de bajos ingresos necesitan garantizar que la financiación se destina a proyectos con altos retornos y que no lleven a senderos de deudas insostenibles», agregó.
A esta tendencia se le suma una pronunciada falta de transparencia en las transacciones, sea de ayuda humanitaria, asistencia al desarrollo, préstamos o incluso contratos corporativos, entre el BRICS y los países más pobres.
«Naciones como China e India todavía no publican ninguna información específica sobre los préstamos a cada país», según un documento del Centro para Estudios Chinos en la sudafricana Universidad de Stellenbosch,
«Esto hace difícil para los parlamentarios y actores de la sociedad civil de países socios evaluar el impacto que tiene el dinero en su desarrollo. Se necesita una mayor transparencia si vamos a realizar una evaluación general sobre los efectos de los 'paquetes' de desarrollo del BRICS, agregó.
Susan Thomson, becaria postdoctoral en política contemporánea en el Colegio Hampshire, integra el grupo de analistas preocupados por los impactos negativos de la ayuda al desarrollo brindada por estos países.
«Como donante, el BRICS plantea la interrogante de qué condiciones deberían imponerse a los países beneficiarios, si es que ha de exigirse alguna», dijo.
«Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea tradicionalmente establecen en sus paquetes de ayuda requisitos relacionados con derechos humanos y seguridad humana, pero es improbable que los BRICS hagan lo mismo», agregó.
«China provee un especialmente pernicioso ejemplo de ayuda directa, particularmente a África, sin ningún requisito, y a través de esto vemos abusos sistemáticos a los derechos humanos en todo el continente», señaló.
Además, citó el ejemplo de Zambia, donde proyectos chinos de desarrollo han dejado a los trabajadores locales sin días de descanso y en los que se muestra escaso respeto por los derechos laborales, humanos y sociales.
«El hecho de que gobiernos africanos busquen activamente canales adicionales de ayuda va a derivar en una creciente brecha económica, en la que los ganadores serán los BRICS y los perdedores serán los agricultores de subsistencia, las mujeres, las personas con Sida y todos los afectados tradicionalmente por este sistema», alertó Thomson.
Un estudio elaborado este año por la organización no gubernamental GRAIN y la Fundación de Investigación Económica reveló que cada vez más corporaciones indias compraban vastas cantidades de tierra en África, fundamentalmente para externalizar (outsource) su producción alimentaria en países de bajos ingresos de todo ese continente.
En 2010, «más de 80 compañías indias han invertido unos 2.400 millones de dólares en compras o arrendamientos de grandes plantaciones en países como Etiopía, Kenia, Madagascar, Senegal y Mozambique, que serán usadas para producir alimentos y otros cultivos comerciales destinados al mercado indio».
Por esta práctica, que muchos en el movimiento por la justicia agrícola y alimentaria califican de «acaparamiento de tierras», se ha estado acusando a Occidente de neocolonialista y de pretender ejercer un control corporativo sobre el Sur.
Por tanto, esta aventura india denota las limitaciones de la cooperación Sur-Sur como solución a la desigualdad sistémica y a la explotación de muchos países.
Según Ghosh, «las sociedades Sur-Sur tienen potencial para cambiar el actual orden económico global, explotador e ineficiente, pero solo si se basan en premisas muy diferentes de cooperación».
Las relaciones Sur-Sur «están también impulsadas por las necesidades corporativas, y operan en forma muy similar dentro de un sistema de mercado que privilegia los intereses de grandes compañías sobre los ciudadanos», agregó.
«Lo que es sorprendente es que en este momento de crisis global no haya intentos serios de ninguno de los grupos económicos globales (incluyendo al BRICS) de considerar alternativas que lleven a soluciones sostenibles», sostuvo.
»Por ejemplo, pasar del crecimiento guiado por los créditos y las exportaciones a formas más sostenibles de expansión, basadas en el aumento de los salarios y del empleo, es una idea que simplemente no se toma en serio», indicó.
«Lo más significativo de todo es que la necesidad de identificar formas alternativas de producción y consumo, con un enfoque más sostenible y menos dañino de la naturaleza, todavía no figura con pleno derecho en las agendas políticas nacionales o internacionales», añadió Ghosh.