¿Un regalo de la naturaleza o un bien preciado? ¿Un derecho humano o un lujo para unos pocos? ¿Quién será el principal consumidor, el sector agrícola o el industrial? Cualquiera sea la respuesta a estas y muchas preguntas más, está claro que el agua será un asunto decisivo en la próxima década. Algunas estimaciones señalan que unos 768 millones de personas no tienen acceso al recurso y que 3.500 millones carecen de una fuente adecuada de agua.
Cuando varias agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto a sus 193 estados miembro, discuten nuevas metas que reemplacen a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que vencen al finalizar 2015, la necesidad de incluir el agua en la agenda se hace cada vez más urgente.
Según el último Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos (WWAP): «La demanda mundial de agua aumentará en un 55 por ciento en 2050, principalmente por la mayor demanda de la industria (400 por ciento), de la generación termosolar de electricidad (140 por ciento) y del uso doméstico (130 por ciento)».
Además, un aumento sostenido de la urbanización probablemente derive en un «planeta de ciudades», en el que el 40 por ciento de la población mundial resida en áreas con grave estrés hídrico para 2050.
Las reservas de agua subterránea disminuyen. Alrededor del 20 por ciento de los acuíferos del mundo están sobreexplotados, y la degradación de los humedales afecta a la capacidad de los ecosistemas de purificarla.
El informe WWAP también señala que la creciente demanda de energía, que aumentará en un tercio para 2030, ejercerá una mayor presión sobre los limitados recursos hídricos. Solo la demanda de electricidad podría aumentar hasta en un 70 por ciento en 2035.
Tan solo China e India concentrarán el 50 por ciento del crecimiento.
En ese contexto, varios especialistas coinciden en que la gestión de este recurso que no se puede valorar ocupará un lugar destacado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), actualmente en discusión, con la esperanza de evitar crisis provocadas por una severa escasez.
«Estamos discutiendo los objetivos y la mayoría de los estados miembro coinciden en que el agua requiere de una mejor coordinación y gestión», nos dice Amina Mohammed, asesora especial del secretario general de la ONU, Ban Ki-monn, para la planificación de la agenda post-2015, en el marco de la Semana Mundial del Agua, que concluyó el 5 de este mes en Estocolmo.
Otros especialistas recalcan que en el pasado, la gestión del agua quedó fuera de las decisiones de alto nivel, a pesar de ser una parte integral de cualquier proceso de desarrollo.
«En los próximos años, el consumo de agua se incrementará un 30 por ciento, y la escasez aumentará; tenemos grandes desafíos por delante», subraya Torgny Holmgren, director ejecutivo del Instituto Internacional del Agua de Estocolmo (SIWI, en inglés).
La forma en que el mundo usa el agua cambia de forma drástica, observa. Tradicionalmente, la agricultura ha sido la mayor devoradora de agua dulce, pero en el futuro próximo, la industria ocupará su lugar. «Alrededor del 25 por ciento del agua la consumirá el sector energético», pronostica Holmgren.
Para muchos países, en especial del mundo en desarrollo, el debate agua versus energía entrará en un círculo vicioso, pues más personas saldrán de la pobreza y se incorporarán a la clase media con capacidad de gasto, su demanda de energía crecerá, aumentando la presión sobre los limitados recursos hídricos.
Kandeh Yumkella, representante especial del secretario general y encargada de la iniciativa Energía Sostenible para Todos (SE4ALL), nos dijo que para 2050, 3.000 millones de personas saldrán de la pobreza y el 60 por ciento de la población mundial residirá en las ciudades.
«Todo el mundo pide más de todo, más casas, más automóviles y más agua. Y hablamos de un mundo en el que se pronostica que las temperaturas aumentarán entre dos y tres grados centígrados, quizá más», remarca.
Asia meridional necesita buena planificación
Asia meridional, donde viven 1.700 millones de personas, de las cuales el 75 por ciento viven en zonas rurales, es una de las regiones más vulnerables a la escasez de agua y requiere medidas urgentes de los gobernantes y otros actores. Sri Lanka, por ejemplo, debido a la variabilidad climática ha perdido grandes posibilidades de crecimiento por la mala gestión del agua.
En la última década, las inundaciones perjudicaron a nueve millones de personas, poco menos de la mitad de las alrededor de 20 millones que viven en el país insular. Los daños causados por el exceso de lluvias ascendieron a 1.000 millones de dólares, según los últimos datos de la oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCAH).
Pero irónicamente, la isla sufre la constante falta de agua. Actualmente, una sequía que dura 10 meses afecta a 15 de los 25 distritos, donde viven 1,5 millones de personas. También se prevé que reduzca la cosecha de arroz un 17 por ciento, disminuyendo la producción a su nivel más bajo en seis años.
Todo eso mientras el país trata de mantener el crecimiento económico en el siete por ciento, coincidieron varios especialistas.
Varias autoridades han declarado que trabajan en la gestión hídrica, pero para quienes abogan por iniciativas rápidas, como Mohammed y Yumkella, las promesas deben traducirse en acciones.
La situación es igualmente difícil para China e India.
Cincuenta y tres por ciento de la población india sufre escasez de agua, según el informe «Choque de necesidades encontradas», realizado por CNA Analysis and Solutions, con sede en Washington.
Las necesidades de energía en India se dispararon y, según una investigación de 2012, la brecha entre demanda y suministro fue del 10,2 por ciento y se prevé que aumente. La última vez que el país afrontó una severa crisis energética, en julio de ese año, 600 millones de personas quedaron sin electricidad.
Según la organización sin fines de lucro China Water Risk, las necesidades energéticas del país crecerán el 100 por cien para 2050, pero alrededor del 60 por ciento de los recursos hídricos subterráneos ya están contaminados.
China tiene una fuerte dependencia del carbón para generar energía, pero la demanda creciente reforzará el estrés considerable en los recursos hídricos en un país donde por lo menos el 50 por ciento de la población puede estar padeciendo escasez de agua, según Debra Tan, directora de esa entidad.