El político respira profundamente. Después, da una pequeña chupada a su Cohiba tras la comida. Está en la fase de conclusiones. No desvelamos si está en el gobierno o en la oposición. Pero subraya, como resumen, que tiene las soluciones para la crisis. No dice nada nuevo. Desgrana la larga letanía de opiniones que ha vertido en los últimos meses en los medios. Nadie podía imaginar esto. Nada nuevo; tocar los impuestos, el apoyo al pequeño empresario, algo que está bien porque son muchos y votan. Pero el crecimiento sigue estancado y el paro aumenta.
Hace años que está fuera de la realidad, como decía el novelista, autor de la obra que dio pie a una película sobre la alta corrupción política. Le llevan el coche, la agenda. Come en reservados de restaurantes a cuerpo de presidente de República.
Hace años que no va a la compra al supermercado, que no pasea con calma por la calle. Solo se encuentra con la población a la entrada de los mítines, con sus seguidores que le jalean:¡Dáles caña!, le dicen. Y él se lo cree. Sólo se reúne con sus acólitos, que se cuidan de no criticarle, no sea que les deje fuera de las listas en las próximas elecciones.
En el almuerzo, un comensal pregunta por la ausencia de líderes carismáticos en Europa, los viejos mitos, Adenauer, De Gaulle, Kohl, Mitterrand.
-Estamos, responde el político, en otra época. Los problemas, hoy, son diferentes.
-¿?
Termina el almuerzo con el dirigente. Él lo tiene claro. Tiene el Estado en la cabeza y las soluciones. Aplasta en el cenicero el puro al que apenas ha dado cuatro chupadas. En público no fuma. No hay imágenes de él con el puro entre los dedos.
-¿Quién paga el habano?, se pregunta, ingenuo, un comensal.
El sueldo del político es, oficialmente, modesto. ¿Han recortado fastos los partidos? Los restaurantes han notado que las empresas han anulado muchas tarjetas de crédito, las comidas a cargo de la compañía.
Salimos a la calle. La vida sigue. El dirigente está al mando, o podría estarlo, como se decía antiguamente, de los destinos de este país. Enfrente hay un estanco. Entramos y preguntamos cuanto vale un Cohiba.
-¿Para qué es, para una boda?
-No, es que un conocido los fuma y nos gustaría saber el precio.
-Pues depende. El Siglo IV sale por 13,75 euros, y el Siglo VI por 20,85. De éstos vendí hace poco una caja a un grupo parlamentario que se la regaló a su jefe.
-Ah, claro. Depende de los siglos.
-Sí, fuman todos. Cuando llegan al poder se acostumbran a los buenos puros y al buen vino. Uno que antes mandaba mucho se los lleva de a 40.
-Ah.
Salimos del estanco pensando que las cavas de puros quedan muy lejos de Parla, de Sant Boi de Llobregat o de Mieres.
Junto al estanco, en el kiosco, los periódicos hablan de la crisis. El crecimiento será menor este año y, por lo tanto, aumentará el desempleo. También del último caso de corrupción, otro, de un alto dirigente que pertenece al partido del fumador de puros.