Los blogueros, inundan, inundamos la red. Pueden, podemos, escribir cualquier cosa, en pijama, como reconocen algunos, en casa, sin estar presentes en los lugares donde se genera la noticia También es cierto que la mayoría de los blogs no se leen o no tienen influencia. Pero eso no es periodismo. O no tiene porque serlo siempre. La fiabilidad en la información lleva a repetir la lectura o la atención sobre un medio que proporciona datos contrastados y fiables.
La fortaleza del periodismo es, ha sido, trabajar la información sobre el terreno, hacer interesante lo importante, y ordenarla de acuerdos criterios profesionales. Nadie es perfecto.
Los fanáticos de la web comentan, por ejemplo, en el caso de terremoto de Haití, que el mundo es uno y plano gracias a la red. Y destacan la movilización que se ha conseguido, las ayudas para los damnificados. Pero «lo que está pasando» lo cuentan los enviados especiales, la gente que está allí y con enormes dificultades. Ayudas, han llegado siempre, y el trabajo hay que hacerlo sobre el terreno, no a través de la red.
Francia anuncia que va a subvencionar a los medios periodísticos en Internet con 60 millones de euros en los próximos tres años, porque están en crisis. El aporte de la publicidad no basta. La prensa tradicional ya está subvencionada, este año con 900 millones de euros
Y muchos blogueros protestan. También nos tendrían que subvencionar a nosotros, dicen. Si los medios moribundos no ganan dinero, ¡que cierren! Y atacan también a una serie de nuevas agencias independientes que han solicitado ayudas.
Los que se oponen a las subvenciones afirman que eso lleva al totalitarismo.
Pero el periodismo es caro y el buen periodismo lo es más. Es necesario para el debate en una sociedad democrática. Una sociedad libre necesita una prensa libre.
Los grandes diarios franceses como Le Monde, Liberation o Le Figaro no podrían sobrevivir hoy sin estas ayudas.
Y la historia de la subvención es tan antigua como los mismos medios. La revista estadounidense The Nation recordaba este mes que los padres fundadores de la nación establecieron complejos sistemas de subsidios postales y de impresión para asegurar la libertad de prensa, para todos los medios sin distinción, que hoy equivaldrían a decenas de miles de millones de dólares. A mediados del siglo XIX, los Estado Unidos tenían más prensa, mas subvenciones...y, seguramente, más democracia que Europa.
Cuando los aliados ocuparon Alemania, al término de la segunda guerra mundial, Inglaterra se encargó, en el norte de su zona, Hamburgo, de crear una gran escuela de periodismo con medios democráticos, subvencionados y críticos, si se daba el caso, con las fuerzas de ocupación. No en el sentido de apoyar el nazismo, por supuesto.
El Índice anual de democracia que publica el semanario The Economist, valora a las naciones sobre la base del funcionamiento de su gobierno, participación cívica, libertades civiles, cultura política y pluralismo, y los seis primeros países, encabezados por Suecia y Noruega, mantienen los más generosos subsidios a la prensa de todo el planeta.
El catedrático alemán Jorgen Neffe sostiene que un sistema tan relevante como el periodismo debe ser considerado como un «bien público»; se debe subvencionar, como se hace con el teatro, los museos o las autopistas (en Alemania). Pero no ignora los peligros del futuro.
El periodismo impreso, a un lado u otro del Atlántico, pasa por una severa crisis. En grandes ciudades de los EEUU pronto no habrá ningún diario impreso Se cierran periódicos, como el veterano The Christian Science Monitor, que se mantiene sólo en Internet. The Boston Globe y San Francisco Chronicleestán al borde de la tumba. El todopoderoso New York Times ha tenido que vender parte de su flamante sede y vive de alquiler. Y los que quedan suprimen, primero corresponsalías, y luego oficinas a lo largo y ancho del país. El Washington Post, que de modesto diario local pasó a ser una referencia del periodismo mundial por la denuncia del caso Watergate, que le costó el cargo a Nixon, ha cerrado sus oficinas en Chicago, Los Ángeles y Nueva York. Escaso de medios, vuelve a concentrase en los que cree que sabe hacer, la política nacional, la Casa Blanca y el legislativo.
Al mismo tiempo, crece el influjo de los medios on-line. Subió como la espuma en la campaña de Barack Obama. Se estima que, en aquellos meses, un periódico on-line, el Huffington Post, tuvo tanta influencia como el venerable Washington Post.
La crisis, financiera primero y económica después, no es la causa principal del mal estado de la prensa. El declive de los periódicos, al menos en los EEUU, es anterior a Internet. Los medios, convertidos en empresas, intentaron maximizar los beneficios dejando en segundo lugar los contenidos. Y hay un cambio de hábitos sociales. Hoy es raro ver en el metro o en el autobús alguien leyendo un periódico. A los mayores, con lo que ven en Internet, les basta y se ahorran el euro y pico. Los jóvenes, no leen periódicos impresos ni en las facultades de Periodismo. Y algunos confiesan que, si ven una web, es de los diarios gratuitos porque son más «fáciles» ¿Leer un análisis en el New Yorker, ¿ Qué es eso? Los blogs , los Facebooks y los Twitters no dejan tiempo para más. Internet no ha hecho más que acelerar el proceso.
En esta época de crisis, las empresas recortan gastos, ajustan las inversiones en publicidad, y los perjudicados son los diarios impresos que tenían en esta partida el 60 por ciento de los ingresos. El problema, ahora, es que los medios on-line no atraen nuevos lectores para sus ediciones impresas y, además, tienen que competir entre sí, en la red, y con nuevos formatos, como los blogs.
Los medios on-line tienen publicidad, sí, pero no basta. «Los diarios digitales son medios masivos y nuestros clientes buscan targets, objetivos más concretos, más específicos», aclara Marcos Maceiras, que coloca publicidad en la web. «Si un usuario está interesado, por ejemplo, en cirugía estética, hay que ir a los lugares que éste visita con la intención de informarse sobre ese apartado».
Google lee y guarda todo lo que haces en la red, tus correos, tus páginas visitadas. Sabe más de ti que tu mismo, decía la semana pasada en su portada el semanario alemán Der Spiegel. Y el buscador te presenta ofertas de acuerdo a tu historial de búsquedas e, incluso, a través de las palabras que has utilizado en tus correos con el gmail. Si hablas de pesca, te ofrece pesca. Todo de manera automática ¿Algo terrible, 1984 revisitado? Nada es perfecto. Puede darse el caso de que al abuelito le salgan anuncios en función de las búsquedas de su nieta, porque ambos han utilizado el mismo ordenador... La media es de tres usuarios por aparato.
Hasta hace muy poco, la galaxia Gutenberg convivía con el nuevo mundo electrónico de páginas web, Googles, correos y surfeos. Ahora, los medios funden sus redacciones, impresas y on-line. Los grandes grupos alemanes crean una redacción central para servir a los distintos medios. Se reducen las plantillas.
Los medios electrónicos quieren ser rápidos, pero no dejan de ser considerados superficiales. Los análisis de fondo, los buenos comentarios quedan para la prensa escrita y para los libros, de momento.
Pero llegan amenazas, como la de Google, de difundir informaciones por todo el universo, gratis. Los medios estadounidenses han denunciado al gigante por pretender convertirse en el nuevo gran productor de contenidos periodísticos de la web. En Alemania surgió el Llamamiento de Heidelberg en contra de la apropiación de información que hace el buscador. Algunos medios franceses y alemanes han acudido a las instancias judiciales para evitar que Google siga indexando parte de sus contenidos. Y piden, de paso, una parte de su tarta publicitaria.
Con Google y el resto de buscadores ha aumentado el acceso a las noticias, pero también ha decrecido el tiempo que se dedica a cada cabecera. Además han puesto al mismo nivel a los medios que invierten sus recursos en información propia, cara y difícil de producir, frente a los agregadores y otros medios que reutilizan información ajena.
En su defensa, Google asegura que no siempre aparecen los contenidos de esos sitios en primer lugar. Y, sobre todo, que ellos son amigos y no competidoresde los medios.
Hace poco, uno de los empresarios más poderosos del mundo mediático, Rupert Murdoch, propietario, entre otros, del Times y del Wall Street Journal, escribía que Internet no es la única culpable de que a los medios escritos les vaya tan mal. No se trata de periodismo, aseguraba Murdoch, sino de saber controlar la red.
El lector está dispuesto a pagar por buenas informaciones, comentarios e investigaciones. Es el caso del Wall Street Journal. Tiene un millón de abonados on-line debido a su calidad, porque facilita cada día información rentable para los abonados, que además, en muchos casos, no pagan. Lo hace su empresa.
El Financial Times permite ver diez articulo en abierto; a partir de ahí hay que pagar. El alemán Süddeutsche Zeitung tiene la intención de retirar de la red el contenido de su diario impreso. Pero para hacer eso tiene que revolucionar la empresa.
El poderoso grupo alemán Axel Springer ofrece desde hace poco el acceso a sus diarios por cinco euros al mes. Pero el sistema puede ser «puenteado» a través de Google. Esto demuestra que, para los directores de los grupos de comunicación en Alemania, Internet es importante, pero no saben como funciona. Lo que dice Murdoch.
Algunos grupos plantean ya otro sistema para hacer frente a la crisis: reducir las plantillas y trabajar con un software de generadores automáticos de texto. Aunque eso tiene poco que ver con el periodismo tradicional. El problema básico es que los medios no deben satisfacer sólo los intereses de sus lectores, sino de actuar como avanzadilla y de ilustración, de controlar los gobiernos y los poderes económicos. Al menos eso es lo que se decía hace años. No hay más que comprobar «lo más visto» en las páginas web... Con los nuevos sistemas, el periodismo crítico habría desaparecido. Y otra cuestión clave es quien va a pagar. La pregunta del millón. De euros, claro.
Se intenta ahora simplificar el sistema de pago por el servicio, unos céntimos, con un simple click de ratón, no a través de largos formularios y de conseguir una mezcla de libre y pago. Dar en abierto las noticias generales y cobrar por lo exclusivo
Mal momento para la democracia subraya The Nation, una prestigiosa aunque minoritaria revista. Independiente y progresista, afirma que sólo puede haber buen gobierno si el público tiene acceso a una información libre. El periodismo, dice también, es un "bien publico" como otros. La actividad de los gobiernos y de las empresas se quedarán sin investigar, sin información contrastada y creíble. Y si los editores rebajan los estándares para hacer el producto más atractivo, la cura puede ser peor que le enfermedad.
Seguramente sólo quedará espacio, nichos, para productos de calidad y especializados.
Muchos se irán a otros nichos, pero de los cementerios.
Un ejemplo de éxito es el diario on-line de Washington, Político. Así, en castellano. Fundado hace tres años en la capital de los EEUU se dedica sólo a eso, a la política nacional. Nada de cultura, economía o sociedad. Uno de los fundadores, John Harris, estuvo 21 años en el Washington Post. El otro, Jim Van de Hei, procede del Wall Street Journal. Tiene tres millones y medio de lectores al mes, y gana dinero. Se apunta exclusivas, como que la candidata republicana a la vicepresidencia Sarah Palin pasó un cargo a su partido de 150.000 dólares en ropa. «El futuro de los medios está en la especialización, en los nichos» asegura Harris. «Hay que definir claramente el objetivo y dominar un terreno». Político tiene, sólo en la Casa Blanca, ocho redactores, más que ningún otro medio.
Otro caso. Mientras los diarios sufren y revistas icónicas en otro tiempo como Newsweek y Time luchar por sobrevivir, suben los precios y cambian de formato, un semanario, en principio elitista y de calidad extrema, es la excepción. The Economist es de los pocos que se han salvado de la crisis. En los últimos diez años de ha doblado su tirada hasta el casi millón y medio de ejemplares, a base de un periodismo de calidad, de buena investigación, de datos. Aunque se equivoca muchas veces, defiende firmemente sus tesis sin pretender tener la verdad en la mano. Y todo adobado con un delicioso humor británico. En el Reino Unido vende apenas el 13 por ciento; un 60 por ciento en los EEUU. «El mercado para el periodismo de calidad es mayor que los muchos piensan» asegura su director John Micklehwait. Hace cinco años fue uno de los primeros medios en advertir del estallido de la burbuja inmobiliaria en un número especial. ¿Nos suena de algo?
Entre unas cosas y otras podemos llegar así a lo que expuso hace décadas Umberto Eco, en su libro sobre una «Nueva Edad Media». Una época oscura que, en este apartado, dejaría la cultura y los medios de comunicación en manos de «nuevos monasterios» que serían los encargados de mantener la llama del conocimiento, en medio de un barullo fenomenal de blogs, Facebooks y Twitters.
Quizá falte muy poco para que podamos contar a nuestros nietos una historia....Érase una vez un tiempo en el que, a primera hora de la mañana, escuchábamos un ¡flop!, en la entrada de la casa. Era la llegada del periódico (en Nueva York se deja a la puerta del apartamento) Ansiosos, íbamos hacia la puerta, lo recogíamos y después nos sentábamos ante una taza de café; tocábamos con las manos ese papel inigualable, con un olor familiar. Pasábamos lentamente las páginas, que recorríamos con la mirada, viendo todo lo bueno y lo malo que traía el día: catástrofes, denuncias de corrupción, avances científicos, cultura. Hasta que un día nos sorprendió una esquela. Era la de la muerte del propio diario. A partir de entonces, el mundo no fue igual. Ni mejor ni peor que antes. Pero sí distinto.