Varias naciones europeas respondieron a una solicitud del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) el pasado verano para admitir a refugiados sirios. Suiza anunció que aceptaría a 500 «refugiados especialmente vulnerables» a lo largo de tres años.
Además, el país, que alberga a unos 2.000 ciudadanos de origen sirio, se comprometió a abrir sus fronteras a sus familiares. Para fines de noviembre, las embajadas suizas en Turquía, Líbano y Jordania habían concedido a 1.600 sirios un visado de ingreso por tres meses.
Por lo menos 1.100 de estos ya llegaron a Suiza. Otros 5.000 sirios solicitaron citas en embajadas suizas para presentar peticiones similares de visados.
Las autoridades se sorprendieron con estos números o consideraron que su acción humanitaria tendría una vida corta. Desde noviembre, introdujeron trabas burocráticas: los sirios residenciados en Suiza que habían invitado a sus parientes, pasaron a tener que cumplir con ciertos requisitos financieros.
«Si se observa el tamaño de una familia siria media, estos requisitos constituyen un criterio asesino», dice Beat Meiner, secretario general del Consejo Suizo de Refugiados. «Pocos de los sirios que viven en Suiza tienen suficiente dinero para superar estos obstáculos», añade.
Las advertencias de Meiner cayeron en oídos sordos. Y, lo que es aún peor, un mes después la ministra suiza de Justicia, Simonetta Sommaruga, canceló por completo el programa de reunificación familiar. «Presumimos que la mayoría de los sirios a quienes les corresponde solicitar visados de ingreso tienen un peligro inmediato ya que usaron la suspensión de nuestros requisitos para obtener el visado.
Ashti Amir, un sirio kurdo que huyó a Suiza por motivos políticos hace más de una década y que ahora dirige la organización no gubernamental SyriAid, tiene una perspectiva diferente. Desde septiembre se las arregló para hacer venir a Suiza a las familias de un hermano y una hermana.
Amir nos dijo que todavía le quedan dos hermanos y sus padres en Aleppo, y que también pretende traerlos a Suiza. «Escapar de allí y viajar a una embajada en el exterior no solo es difícil, sino también muy costoso», señala.
Amir conoce a decenas de otros compatriotas que tienen familiares en peligro en Siria y a los que quieren rescatar.
Otra de sus hermanas, así como su cuñada, están varadas en Estambul con sus familias, esperando un visado para entrar en Suiza. Solicitaron una cita antes de que aquí cancelaran su programa de reunificación, y Amir es optimista en cuanto a que finalmente les concederán la autorización. «Pero si no fuera así, ¿a dónde podrían ir? Su larga estancia en Turquía les ha comido todos sus ahorros», dice.
Meiner señala que muchos sirios se han embarcado en un peligroso viaje a embajadas suizas en Oriente Medio, presumiendo que pueden postularse con éxito a un visado de entrada. «Algunos de ellos ahora están bloqueados: ni pueden venir a Suiza ni volver a Siria», plantea.
Está convencido de que se podría haber prolongado la acción humanitaria suiza, y de que se podrían haber salvado muchas más vidas.
Además, Suiza también duda si tramitar unas 2.000 solicitudes de asilo presentadas por sirios, que huyeron de su país solos, sin sus familias. Algunos de ellos llevan entre tres y cuatro años esperando una decisión.
Conocimos a Ziad Ali y a su familia en el centro de Suiza. Oriundo de Malikiyah, en el nororiente de Siria, Ali se mudó de joven a Damasco, donde se ganó la vida como taxista. «Como kurdo en Siria, uno aceptaba cualquier trabajo que lo llevase a alguna parte», dice.
Antes de huir del país, Ali trabajó en la región de Idlib como jardinero. Le arrestaron en una manifestación en Qamishlim y luego le torturaron en una prisión de Deir az-Zour, en Siria.
Tras su liberación, escapar del país le pareció la única opción. Su esposa y sus dos hijos llegaron a Suiza en junio de 2011, mientras que Ali les siguió en enero de 2012. El refugiado dijo que el destino de su hermana y de su padre, que fueron arrestados por el régimen sirio en 2011, está constantemente en su mente. No tiene noticias de ellos desde entonces.
Su hija Fatima y su hijo Mohammad van a la escuela en la zona y ya hablan mejor alemán que kurdo. Hace un año nació un tercer hijo, Azad. La familia vive en un barracón destinado a solicitantes de asilo, y ocupa tres habitaciones. Su petición de asilo sigue en el limbo, manteniendo a la familia en constante inseguridad sobre su destino.
Moreno Casasola, secretario general de la organización Solidaridad Sin Fronteras, dice que la Oficina Federal para las Migraciones deja a un lado las peticiones de asilo de los sirios. Como cualquier otro país europeo, Suiza teme que responder a esas solicitudes afirmativamente provoque un «efecto llamada» para más refugiados sirios.
El portavoz de la Oficina Federal para las Migraciones, Michael Glauser, reconoció que no se da prioridad a las solicitudes de asilo de los sirios. Sin embargo, negó toda decisión de moratoria. Según él, los solicitantes de asilo sirios gozan de la protección de Suiza, y por el momento no han sido enviados de regreso a su país de origen.
Ziad Ali y su familia, junto con otros solicitantes de asilo sirios, han protestado frente a la Oficina Federal para las Migraciones en Berna, reclamando una pronta decisión sobre su petición. Obtener por lo menos una admisión oficial temporal les daría una perspectiva para los próximos años y les facilitaría la búsqueda de trabajo.
Pese a su desesperación, Ali confía en un resultado positivo. Dice que no le importaría volver a Siria cuando termine la guerra, si los kurdos fueran tratados de modo justo. «Pero cuanto más tiempo vivan mis hijos aquí, más difícil les resultará volver», reconoce.