La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria lleva tiempo detectando el gran número de riesgos que los tres plaguicidas que ahora se prohíben tienen para las abejas. La medida que ha adoptado este viernes la Comisión Europea forma parte de una estrategia global destinada a impedir que las abejas continúen desapareciendo en Europa.
La decisión de prohibir esos plaguicidas ha tenido que ser tomada sin el acuerdo por mayoría de los Estados miembros. Se trata de la clotianidina, imidacloprid y tiametoxam que desde el primero de diciembre no se podrán aplicar en las semillas, en el suelo ni en el tratamiento foliar de plantas y cereales (a excepción de los cereales de invierno). Las únicas excepciones que se contemplan tienen que ver con la posibilidad de tratar los cultivos atractivos para las abejas ya sea en invernadero o en campo abierto, siempre después de la floración.
Según los estudios, los plaguicidas son uno de los factores que pueden afectar a la disminución de las abejas. Hay otros como parásitos y otros agentes patógenos, la falta de medicamentos que se les pueda aplicar o su mal uso, la mala gestión apícola, y otros factores medioambientales como la desaparición de hábitats y de alimentos e incluso el cambio climático.
Según Agnès Rortais, de la Autoridad Europea de Seguridad de los Alimentos (EFSA), «las abejas juegan un papel esencial en nuestros ecosistemas y en la cadena alimentaria, por lo que es fundamental que las protejamos».
Los Estados miembros tienen hasta el 30 de septiembre de este año para retirar o modificar las autorizaciones que hayan dado para el uso de esos plaguicidas y amoldarse a las restricciones de la UE. Hasta el 30 de noviembre se podrá seguir gastando las existencias que queden y a partir del 1 de diciembre no se podrán utilizar más. En el plazo máximo de dos años la Comisión revisará la restricción para aplicar los avances científicos y técnicos que se vayan produciendo.