No sé por qué pero estos días no paro de acordarme de Goya y su cuadro, creo que se llama a garrotazos. Vamos, estoy segura de que se llama así la pintura negra en la que Goya nos representaba a los españoles: los dos españoles, las dos Españas que nunca van a encontrar su punto de encuentro, de convivencia. Nunca lo encontraron y nunca lo van a encontrar. No todos los españoles, por supuesto, afortunadamente convivimos mucho más pacíficamente de lo que les gustaría a determinados medios de comunicación
Y viene a cuento Goya y los garrotazos con el asunto «Garzón». El sábado se convoca una manifestación de apoyo al juez y contra el resurgir del franquismo. Y yo no voy a ir. Yo iría a una manifestación cuya cabecera dijera ¡ESPAÑA, CONTRA LA JUSTICIA ESPAÑOLA! Tal y como andamos necesitamos higienizarla un poco
¡Qué duro eh! Garzón, martillo de herejes, queriendo ser siempre quijote o capitán trueno, o Robin Hood, enemigo de los peores enemigos: narcos, mafia, ETA, GAL (terrorismo de Estado durante el primer gobierno de Felipe González), liquidador de la tapadera legal de ETA, es decir de Batasuna...el juez que hizo morir muerto de vergüenza y oprobio a Pinochet...el juez que puso en evidencia la barbarie de la dictadura argentina....ese juez que a lo lago de su historia profesional ha ido dejando enemigos en cunetas y nunca amigos, ahora por querer buscar a los muertos en las cunetas de 1936 se encuentra que quienes pueden acabar con él son los falangistas que llenaron esas cunetas de víctimas inocentes de la guerra civil española
La amnistía es una amnistía parlamentaria, no es una ley de punto final que suscribieran los represaliados, los que fueron víctimas del fascismo. Fue en 1977. Y eso está así y punto
El juez Garzón ha tomado una decisión que debió haber sido una decisión de Estado, de un Estado democrático: si lo que se trata es de reconocer, reparar y honrar a una de las partes de la guerra que aún sigue desaparecida, si el Estado no lo hace, Garzón lo intenta abriendo un proceso penal que plantea una serie de problemas que señala el fiscal Javier Zaragoza y obliga en el año 2008 a cerrar dicho procedimiento en la Audiencia Nacional. Y de repente aparece el disparate político: los falangistas que fueron y así ha sido demostrado los verdugos de los desaparecidos acusan al juez Garzón de prevaricación ¡ahí es nada! Y una serie de jueces del Supremo admite a trámite esa querella. Y nos enteramos que puede ser que uno de los jueces informe a los falangistas de los pasos a seguir para que el procedimiento siga su curso.
Y nos enteramos de que hay muchos jueces que quieren acabar con la carrera de Garzón. Y que esos le odian por su estrellato, su protagonismo, por las posibles piedras que haya podido colocar para frenar la carrera judicial de esos jueces. Y vemos que ni los mafiosos, ni ETA, ni los narcos han acabado con Garzón, el juez -creo yo- más amenazado de España puede ver terminada su carrera, su prestigio, por el manejo que hacen de la Justicia española una serie de magistrados que están hartos de él, por su ideología, por envidia o por lo que sea.
Si esto es así ¿qué confianza podemos tener nosotros en la Justicia? ¿qué va a suceder con todos los procedimientos que ha instruido el Juez Garzón? ¿fueron justos o prevaricó?
Y en el fondo lo que subyace en España son los dos hombre luchando a garrotazos, porque en un procedimiento judicial como éste lo que rezuma es escoria política, de nuevo el intento de enfrentamiento entre los dos bandos. Mientras, los familiares de los desaparecidos en los bosques o barrancos de España se ven de nuevo humillados por los vencedores de la guerra civil, por la Falange que ha puesto de nuevo en pie de guerra sentimientos encontrados. Menos mal que la Audiencia ha quitado de en medio a este grupo político aunque mantiene la querella impuesta por ese misterioso sindicato llamado Manos Limpias
En las manifestaciones convocadas contra la impunidad del Franquismo Falange marchará tras una pancarta que lleva el lema «Orgullosos de nuestra historia falangista». Así andamos de nuevo. Y todo por culpa de los manejos que algunos hacen de la Justicia, por el sistema judicial que permite elegir a los jueces según su ideología, su amistad con quien los vota o su odio a quien quieren derribar.
Después de 34 años de Democracia en España todavía seguimos sin resolver la forma de elegir de un modo imparcial a quienes reparten sentencias, a quienes forman parte del tercer poder del Estado que garantiza la acción de la justicia con imparcialidad algo que hoy muchos cuestionamos. Isabel Martínez Reverte para euroXpress