La foto en la que Francisco se ajustó en la cabeza un «cocar» (tocado) que recibió del indígena Ubiraí Pataxó, dio la vuelta al mundo.
Pero Ivanir dos Santos, un «babalawo» (sacerdote) del culto de origen africano candomblé, también fue recibido por el papa en el Teatro Municipal de Río de Janeiro, como parte de un acercamiento del catolicismo a otros credos y culturas, durante su visita a Brasil.
«Por primera vez un representante del candomblé es recibido por un papa. Eso es inédito», dijo a la prensa Dos Santos, un activo integrante de la Comisión de Combate a la Intolerancia Religiosa de Brasil. «Fue un paso muy importante. Marca un gesto de respeto a las religiones afro y minoritarias», agregó.
En esa jornada, el papa llamó al diálogo interreligioso y sorprendió a los políticos presentes, entre otros invitados, con una declaración a favor del Estado laico. «La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad», dijo.
Francisco se habría referido a dos públicos, interpretó la analista política Maria Celina D'Araujo, profesora del departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.
Por un lado, «a los sectores del Islam más fundamentalistas, a los estados teocráticos musulmanes, donde los cristianos y la religión católica fueron muy combatidos, como Egipto». Pero también ha sido un mensaje para América Latina, y especialmente para Brasil, donde «el fundamentalismo evangélico está creciendo mucho y con fuerte participación en la política», observa.
Francisco realizó su primer viaje papal eligiendo como destino Brasil, donde participó en la Jornada Mundial de la Juventud.
En una encuesta de Data Folha, realizada en la víspera de su llegada, el 57 por ciento de los entrevistados se declararon católicos, contra el 64 por ciento que se había expresado así en 2007, cuando llegó a este país su antecesor, Benedicto XVI (2005-2013).
En el mismo lapso, la proporción de los que se declaraban evangélicos pentecostales pasó del 17 por ciento al 19 por ciento, y la de evangélicos neopentecostales, del cinco al nueve por ciento.
Este fenómeno se repite en otros lugares de América Latina, si bien el catolicismo sigue siendo la religión dominante.
Evangélicos y neopentecostales han crecido también en el terreno político. D'Araujo calcula en un 30 por ciento la representación de las fuerzas evangélicas en el Congreso legislativo, decisivas a la hora de votar proyectos contra la despenalización del aborto o por los derechos reproductivos y minorías sexuales.
«Cuando el papa defiende el Estado laico, que garantiza libertad religiosa y evita persecuciones, es muy pragmático. Y la Iglesia Católica sabe que está perdiendo terreno y que no podría crecer con partidos fundamentalistas e intolerantes en el poder», señala la analista.
Un encuentro previo a la Jornada Mundial de la Juventud explicitó la posición católica sobre la libertad y la diversidad religiosa.
En el «terreiro» (templo) Axé Bamgbosè, en el municipio de Duque de Caxias, un grupo de sacerdotes de candomblé, entre ellos Dos Santos, se reunieron con curas, seminaristas y jóvenes de la Compañía de Jesús, provenientes de distintas partes del mundo.
En el encuentro, al que asistimos, los jesuitas oyeron explicaciones teológicas sobre el candomblé de boca de los representantes de la religión traída a Brasil por los africanos esclavizados, y reprimida en tiempos de la colonización portuguesa por esta orden católica, a la que perteneció Francisco hasta ser ungido papa.
Los católicos visitaron los templos de los «orixás» (ancestros africanos divinizados que corresponden a elementos de la naturaleza) y hasta presenciaron una ceremonia de matrices africanas.
«Para mí, como para otros, es nuevo esto de ir descubriendo religiones, otros cultos, otros modos de ver, otras espiritualidades que probablemente hace 50 o 60 años eran una cosa más bien escondida o prohibida. En la colonia en América eso también ha sido prohibido y negado», nos dijo el jesuita boliviano Sergio Montes, que estuvo en la ceremonia.
En Brasil, seguidores de cultos africanos como el candomblé o el umbanda fueron perseguidos muchas veces de forma violenta a lo largo de la historia, hasta que en 1970 se revocó una ley que permitía la represión policial de sus ceremonias.
Hoy, las religiones afrobrasileñas también sufren persecución, pero de sectores neopentecostales que interpretan sus rituales como «cultos satánicos». Los ataques desde ese origen se dirigen asimismo contra el catolicismo.
«Ellos (los neopentecostales) no respetan lo diferente, se creen los dueños de la verdad, hablan como si Dios solo les hablase a ellos. Eso es fascismo. No podemos generalizar, pero muchos de estos segmentos son muy malos para la democracia en América Latina y Brasil», nos dijo Dos Santos.
La apertura católica no es completamente nueva. «La Compañía de Jesús a lo largo de su historia ha ido abriendo brechas en esto que ahora llamamos diálogo interreligioso», sostiene Montes.
En ese aspecto, recordó las misiones jesuíticas en lo que hoy son los territorios de Argentina, Brasil, Bolivia, y Paraguay y también el diálogo sostenido con la cultura china. «Para la Compañía de Jesús no es una novedad, aunque este es un contexto nuevo», explica.
Según el sacerdote jesuita, se trata de un momento propicio para poner en práctica las líneas que se plantearon en el Concilio Vaticano II (1962-1965) y que «comienzan a tomar cuerpo».
El diálogo intercultural e interreligioso fue profundizando en América Latina, en particular con las conferencias episcopales de Medellín (Colombia, 1968), Puebla (México, 1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (Brasil, 2007).
«Se ha enfatizado mucho en esta posibilidad de conocernos y reconocernos, de respetarnos y no solo de tolerarnos... con una visión fuerte de que lo importante es la humanidad que nos une», dice Montes.
«El papa Francisco ha abierto una puerta muy importante no solo para la Iglesia, sino para el conjunto de las religiones y para el conjunto de la humanidad», concluye.
Dos Santos también lo cree así. Es momento de unirse «por el respeto a la diversidad» y contra «la intolerancia».
Y desde una interpretación religiosa, el babalawo tiene esperanzas.
«No solo cambia el mundo. Las religiones tienen que cambiar. Y me parece que en este momento vemos señales nuevas».