No se recordaban cuotas de audiencia tan altas en la televisión pública francesa desde hacía ya varias temporadas. La expectación por ver y escuchar al ex presidente Nicolás Sarkozy explicar su intención de volver a primera línea política arrasó en la noche del domingo. Su entrevista de 45 minutos de duración en France 2 no tuvo rival y alcanzó una audiencia de 8, 5 millones de telespectadores, con cotas que llegaron a acariciar los 10 millones de franceses en algunos momentos de la emisión atentos a las palabras de Sarkozy y sus críticas a la gestión del actual presidente de la república, el socialista François Hollande.
Todos los medios han señalado la gran popularidad de la que vuelve a disfrutar el ex presidente Sarkozy a pesar de la media docena de casos de corrupción en los que parece implicado y que la justicia francesa investiga. Incluso diarios como el Derniers Nouvelles d´Alsace han definido su reaparición como la de «un gran animal político que vuelve a bufar para retomar su puesto en medio de la arena». Y es que Sarkozy, que ya anunció su intención de volver a presidir su partido la semana pasada mediante su canal oficial de Facebook, tendrá que volver a ganarse la confianza de sus colegas de la Unión por un Movimiento Popular (UMP) para optar, oficialmente, de nuevo a la presidencia de Francia en 2017.
La entrevista de Sarkozy es tema nacional hoy en Francia en todos los medios de comunicación y el debate ya está en la calle. En su aparición, no escatimó palabras y no precisamente buenas para el actual presidente Hollande acusándolo de haber realizado una «letanía de mentiras» durante su campaña para ganar las últimas elecciones. La gestión económica de Hollande, la complicada situación actual de Francia con nulas tasas de crecimiento y las nada halagüeñas previsiones de cara a los próximos años de la considerada segunda gran economía de la Unión Europea, fueron los temas más criticados por un Sarkozy que, incluso, muchos medios e incluso políticos acusaban de estar viviendo un retiro dorado del que, parece, haber despertado.
Sarkozy no detalló demasiadas propuestas en su opción de cara a las presidenciales de 2017 y se centró más en la crítica y el ataque. Se mostró preocupado ante la imagen actual de Francia en el extranjero, la necesidad de realizar referéndums y fomentar la participación ciudadana y también fue especialmente crítico con el partido de extrema derecha de Marine Le Pen, la sorpresa de las últimas elecciones galas, «no quiero que nuestro país esté condenado a vivir entre el espectáculo humillante que estamos viendo ahora y la perspectiva de un aislamiento total que sería la perspectiva del Frente Nacional».
Como si de un superhéroe se tratara, Sarkozy lanzó un titular del que hoy se hacen eco la mayoría de medios, «no sólo tengo ganas de volver sino que además no me queda otro remedio», mostrándose preocupado ante la cada vez mayor diversidad política y, en su opinión división de los franceses, que representaron en las últimas elecciones. El ex presidente también reconoció haber cometido «algunos errores» que le llevaron a la derrota en las presidenciales de 2012 pero dijo que «la edad aporta quizás menos energía pero un poco más de sabiduría y de distancia».
Las primeras reacciones políticas no se han hecho esperar, Marine Le Pen ha confesado no sentir ningún tipo de «miedo» electoral ante la vuelta de Sarkozy. Confía en los 6,3 millones de votos -el 18,3% del total emitido- logrados en las presidenciales de 2012, el resultado más alto que ha conseguido nunca un candidato o candidata de la extrema derecha en la historia política de la V República.
También hoy lunes, el secretario de Estado Jean-Marie Le Guen en la cadena de radio France Inter ha criticado al ex presidente asegurando que «durante los cinco años de su presidencia, Sarkozy dejó 600.000 millones de euros de deuda. Por eso, antes de venir a dar lecciones, podría revisar la herencia que legó a los franceses». Como en las grandes batallas, las espadas están más en lo alto que nunca en Francia.