El telón de fondo de la historia es que creo que el gobierno griego ha cometido un error táctico al fijar el momento de la consulta. Si lo que querían era un referéndum, debería haberse celebrado antes de que expirara el segundo paquete de rescate. En este momento ya no hay técnicamente ningún trato en la mesa de negociaciones sobre el que preguntar al pueblo. El voto a favor no conducirá a un desenlace previsible, y la oportunidad de retrasar cualquier avance es la clave en este juego, dado el estado financiero actual. La situación es caótica.
Más importante aún es que el BCE está aumentando la presión sobre Grecia. Es previsible que la maltrecha ELA (Emergency Liquidity Assistance) termine a lo largo de este fin de semana, y todavía no se ha decidido su continuidad. No pagar al FMI es una cosa, pero que el sistema bancario no tenga liquidez obliga a una forma de pago alternativa que evite el colapso económico completo.
Teniendo en cuenta estas dos premisas, veamos como se pueden desarrollar los acontecimientos.
Escenario 1: Gana el «Sí»
Si el voto mayoritario el domingo es «sí», esto será producto de las tácticas amenazadoras que han sembrado de ansiedad y miedo a la posibilidad de un futuro sin el euro. Lo más probable es que el gobierno griego caiga dejando una incógnita sobre lo que sucederá a continuación. ¿Otro gobierno tecnocrático, como quiere el presidente del Parlamento Europeo Martin Schulz? ¿nuevas elecciones, que requerirán un tiempo que el país no se puede permitir?
En cualquier caso, parece que este voto a favor que ha sido impulsado por amenazas lograría el cambio de régimen en el que no pocos de los jugadores clave han estado trabajando desde enero. A tenor de esta situación sucederían dos cosas: el fracasado proyecto de austeridad continuaría y Grecia se hundiría aún más en la desesperación económica y política. Ya hemos publicado mucho sobre el fracaso de la austeridad así que me voy a saltar ese punto. Pero el nuevo nivel de desesperación política estaría claro: los griegos votaron por el cambio en enero. Este cambio no se ha podido conseguir, y los griegos, con una pistola apuntando a sus sienes, han tenido que abandonar toda esperanza y votar por más de lo mismo cinco meses después de las elecciones. La ilusión de la soberanía nacional y la autodeterminación democrática desaparecerían.
Escenario 2: Gana el «no»
Con un «no» el pueblo griego reafirmaría su oposición a la trayectoria política de los últimos años y fortalecería su gobierno. El problema es que no creo que esto vaya a importar mucho. El gobierno ha desempeñado una fuerte política anti-austeridad que decidió el pueblo griego desde que llegó al poder el pasado enero. A los acreedores no les ha importado en absoluto y yo, por desgracia, no veo por qué una reafirmación del deseo de políticas alternativas a la austeridad vaya a cambiar su posición. Debería estar ya muy claro que este tipo de declaraciones democráticas son simplemente ignoradas por los que toman las decisiones en nombre de los acreedores y contradicen el mundo de fantasía económico y político que han creado.
Lo que sí afecta, sin embargo, a los responsables políticos de esos acreedores son sus propios electorados nacionales, aquellos a los que han estado engañando durante años. Si se toma la decisión de dar por terminada la pertenecia de Grecia a la zona euro – aún cuando falta el procedimiento legal y no existe la voluntad de aceptar la responsabilidad política que conlleva - tengo el fuerte presentimiento de que esa baza se jugaría por medio del BCE. El BCE no tiene que hace frente a elecciones en ninguna parte y ha sujetado la correa de la ELA tan corta que se puede romper en cualquier momento. Si no hay más euros en los bancos, el gobierno griego se vería obligado a introducir un sistema de pago alternativo, puede que mientras permaneciera legalmente en el Euro. Una vez más el perdedor sería el pueblo griego, ya que el país se hundiría en la desesperación económica y la ruptura con Europa sería aún mayor, puede que incluso demasiado grande como para que tuviese arreglo.
En ambos escenarios el pueblo griego saldrá perdiendo. Y la integración europea será el segundo gran perdedor, principalmente debido a la falta de democracia a nivel de la zona euro. En su ausencia parece que se puede elegir entre el autoritarismo tecnocrático centralista o la democracia aislada de cada estado. Al mismo tiempo, el sistema de negociación (ya disfuncional) se ha roto por completo, de forma que las acciones han dejado de estar coordinadas. En este momento estamos volando a ciegas, y todas las decisiones, por pequeñas que sean, podrían tener enormes consecuencias. En pocas palabras: podríamos estar viviendo una versión del efecto mariposa en la política europea.