«No podemos darnos el lujo de permitir que la próxima era de globalización cree tantos riesgos e inequidades como oportunidades», dijo Schwab antes de la inauguración del foro que se celebra en esta ciudad suiza hasta el sábado 25.
«Hoy enfrentamos una situación donde la cantidad de potenciales puntos álgidos son muchos y es probable que aumenten», planteó el fundador del foro donde se congregan anualmente las elites mundiales.
Prácticamente ninguno de los talleres previstos durante el encuentro abordan específicamente a los países en desarrollo. Pero incluso Schwab y su organización se han dado cuenta finalmente de que la globalización ha incrementado la desigualdad mundial, y que sus consecuencias no se han manejado ni mitigado bien en el plano mundial.
Según Schwab, el Foro Económico Mundial es «la mayor asamblea de líderes políticos, empresariales y de la sociedad civil en el mundo». Desde hace 44 congrega cada año a las personalidades y empresas más ricas y poderosas en el centro turístico de Davos, en los Alpes suizos, bajo el lema de «mejorar el estado del mundo».
Schwab comenzó a dar este miércoles la bienvenida a unos 2.500 participantes, entre ellos más de la mitad de los presidentes de las 1.000 empresas más grandes del mundo, unos 30 jefes de Estado y numerosos líderes de instituciones internacionales.
Un informe publicado por el Foro reconoce una ampliación en la brecha de ingresos. El estudio señala que el aumento de la desigualdad impacta en la estabilidad social interna de los países y amenaza la seguridad a escala mundial.
«Es esencial que orquestemos soluciones innovadoras a las causas y consecuencias de un mundo que se está volviendo cada vez más desigual», plantean los autores.
La organización humanitaria y de desarrollo Oxfam Internacional recogió el tema en un informe divulgado en las vísperas de abrirse el Foro, según el cual las 85 personas más ricas del mundo poseen una riqueza igual a la de la mitad de la población del mundo. La directora ejecutiva de la entidad, Winnie Byanyima, ha caificado el hecho de asombroso.
«No podemos esperar ganar la lucha contra la pobreza sin abordar la desigualdad», dijo. Oxfam sitúa las raíces de la brecha en la desregulación fiscal, los paraísos fiscales y el secretismo que los envuelve, en la práctica empresarial anticompetitiva, en impuestos más bajos a los ingresos altos y en inversiones y recortes o subinversiones en los servicios públicos para la mayoría.
Según Oxfam, los individuos y las empresas más ricas ocultan billones de dólares en paraísos fiscales de todo el mundo. «En África, corporaciones mundiales –particularmente las de las industrias extractivas– explotan su influencia para evitar impuestos y regalías, reduciendo los recursos disponibles para que los gobiernos combatan la pobreza», señala el informe.
En los últimos años, la evasión fiscal se ha convertido en un foco importante de las organizaciones no gubernamentales, especialmente en países como Suiza, donde tienen sus sedes algunas de las empresas más grandes del mundo involucradas en la extracción y el comercio de materias primas.
«La evasión fiscal y los incentivos tributarios perjudiciales están fuertemente ligados a la desigualdad», nos dice el activista Martin Hojsik, director de la campaña impositiva de ActionAid International, una coalición que lucha contra la pobreza en todo el mundo.
«Con la falta de ganancias causada por la evasión fiscal, los países en desarrollo en particular tienen muy pocos recursos para financiar servicios esenciales como la educación y la atención a la salud», agrega.
ActionAid no participa en el Foro Económico Mundial, al que Hojsik considera una charlatanería para elites en un centro turístico de lujo. «El progreso real requiere el compromiso de parte de los gobiernos y procesos que son inclusivos de todos los actores, entre ellos las personas que viven en la pobreza», señala.
Hojsik no se ilusiona sobre los resultados de Davos. «Este año, Deloitte, una empresa que entre otras cosas asesora a compañías sobre cómo evadir impuestos cuando invierten en África, publica tuits sobre desigualdad de ingresos en su evento #DeloitteDavosLife, lo que muestra claramente parte del absurdo».
A diferencia de ActionAid, Oxfam sí participa en el Foro de Davos y pide a los asistentes que se comprometan a apoyar gravámenes progresistas y a hacer públicas todas las inversiones en empresas y fundaciones.
También pide que asuman reclamar un salario digno en sus compañías y desafiar a los gobiernos a que usen los ingresos derivados de los impuestos para brindar atención universal a la salud, educación y protección social a los ciudadanos.
Sin embargo, el esfuerzo de Oxfam está destinado al fracaso. Una mirada a las más de 260 sesiones del Foro muestra que en él no se abordan patatas calientes como la evasión fiscal.
En el encuentro hay un taller sobre la industria extractiva, pero este solo aspira a debatir cómo puede pautar la industria el crecimiento en el futuro, a la luz de las preocupaciones cada vez mayores en torno a la escasez y la degradación ambiental.
Prácticamente ninguno de los talleres aborda temas vinculados a los países del Sur en desarrollo. No obstante, hay una sesión sobre los objetivos de desarrollo posteriores a 2015, que se pregunta cómo un nuevo espíritu de solidaridad, cooperación y responsabilidad mutua puede hacer que estas metas pasen del planteamiento a la acción.
Peter Niggli, director de Alliance Sud, que agrupa a las seis mayores organizaciones suizas para el desarrollo, no se siente atraído por estos debates. Su coalición no asiste a Davos. «Nosotros presionamos al gobierno suizo, lo que tiene más sentido», nos dice. Niggli cree que, como foro de debate, Davos no tiene ninguna influencia en la definición de la agenda de desarrollo posterior a 2015.
En cualquier caso, según él, no es el programa oficial del Foro con todos los debates y talleres lo que atrae a empresarios y políticos, sino la oportunidad que tienen de reunirse informalmente con otros o de generar nuevos proyectos tras las puertas cerradas.
Tampoco congrega a la elite mundial en Davos el falso campamento de refugiados que montaron los organizadores. «Estamos simulando la experiencia de un refugiado sirio en un campamento jordano de refugiados», dijo Schwab. «Es muy importante que la gente pueda imaginar realmente lo que significa ser un refugiado», añade.
La oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ha reclamado 6.500 millones de dólares para los refugiados sirios. Hasta ahora, los donantes internacionales han comprometido 2.400 millones.
Si el Foro Económico Mundial se tomara en serio «mejorar el estado del mundo», sus adinerados miembros podrían aportar la cantidad que falta de aquí al sábado 25.