No hay pruebas, pero sí indicios de que la agencia de inteligencia noruega pudo haber evitado la tragedia e impedido la explosión de un coche bomba frente a unas oficinas del gobierno en Oslo y los disparos indiscriminados contra los participantes en un campus de las juventudes socialdemócratas en la isla de Utoya.
Anders Breivik ha asumido la autoría de ambos atentados. El proceso contra él quedó visto para sentencia el pasado junio y la sentencia se espera el próximo día 24, lo cual ha reavivado el caso entre la opinión pública noruega. Precisamente en este momento se ha hecho público el informe de la comisión oficial creada en agosto del año pasado ante las protestas generalizadas sobre la actuación de la policía antes y después de los atentados.
Sus conclusiones son demoledoras para los agentes. La comisión, sin dar detalles, cree que se podría haber detenido antes a Breivik y que no se aplicaron de forma eficaz las medidas de seguridad existentes. La principal crítica que se ha venido haciendo desde los medios noruegos es que entre el primer ataque y la detención del autor pasaron más de tres horas. Además se supone que los servicios de seguridad conocían la identidad de Breivik.
Tras concluir que la autoridades fallaron en su objetivo de protección, la comisión recomienda adoptar nuevas medidas preventivas para impedir ataques similares a los ocurridos el pasado 22 de julio de 2011.