A partir de los años 50 el uso masivo del transporte y una mayor industrialización de la economía hacen verter cada día a la atmósfera compuestos caracterizados por tener en sus moléculas átomos de cloro y/o de bromo. Estos compuestos apenas son peligrosos directamente para el hombre pero al llegar a la estratosfera, la radiación ultravioleta del sol los destruye, liberando átomos de cloro y bromo que incrementan enormemente la eficacia de los procesos de destrucción de la capa de ozono.
El ozono es una sustancia, cuya molécula está compuesta por 3 átomos de oxigeno –imprescindible para nuestra supervivencia- la cual se forma al disociarse los 2 átomos que componen el gas de oxigeno. Cada átomo de oxigeno se une a otra molécula de oxigeno formando moléculas de ozono. Los aerosoles o el uso de Clorofluorocarbonos tampoco ayudan a que la situación mejore.
Los Clorofluorocarbonos no son tóxicos ni combustibles pero sí volátiles y se han utilizado como refrigerantes para acondicionadores de aire y refrigeradores, en lugar del amoníaco y del dióxido de azufre líquido, que son muy tóxicos. Los CFC se utilizan en grandes cantidades para fabricar productos desechables, como vasos y platos, propelentes para aerosoles en lata, y disolventes para limpiar tarjetas de circuitos electrónicos y, la mayor parte de los CFC que se usan en el comercio y la industria se arrojan a la atmósfera.Éstos tardan muchos años en llegar a la estratosfera pero su efecto es muy perjudicial ya que colaboran en el aumento del agujero de la capa de ozono. Fue a mediados de los años 1980 cuando una serie de pruebas dieron como resultado la formación de un "agujero" en la capa de ozono del Polo sur, donde el ozono se había reducido en casi 50%.
Cronología de las buenas intencionesEn 1985, 20 países incluyendo los mayores productores de CFC firmaron la Convención de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, donde se establecía un marco para la negociación de regulaciones internacionales sobre sustancias que afectaran a la capa de ozono. El propósito principal del Convenio de Viena es el de estimular la investigación y observaciones científicas y la cooperación entre las naciones a fin de tener un mejor entendimiento de los procesos atmosféricos a nivel mundial. Se acordó el control de numerosas sustancias y también una investigación más detallada. El Convenio estableció los protocolos para el futuro y especificó los procedimientos para las enmiendas y resolución de disputas.
En 1987, representantes de 43 naciones firmaron el Protocolo de Montreal. Se comprometieron a mantener los niveles de producción de CFC de 1986, y a reducirlos en un 50% en 1999. Pero al irse acumulando más evidencia científica sobre el origen humano de la disminución del ozono, se hizo necesario un nuevo acuerdo, que se firmó en 1990 en Londres. Los participantes se comprometían a eliminar totalmente los CFC en el año 2000. Sólo se permitía un pequeño porcentaje marcado como de uso esencial, como los inhaladores para casos de asma. Una nueva reunión en 1992 en Copenhague adelantó la fecha de eliminación al año 1996. Incluso un físico italiano llamado Antonino Zichichi llegó a proponer lanzar misiles repletos de ozono para tapar el agujero de la Antártida.
Aunque las medidas asociadas al protocolo de Montreal han reducido las emisiones de CFC, el efecto de esta reducción sobre el agujero de ozono aún no es estadísticamente significativo. Un trabajo de Newman et al en 2006 preveía que la recuperación total no se produjese hasta el año 2050, y que una recuperación parcial estadísticamente detectable no se daría hasta el año 2024.