«La Academia fue pionera en la implementación de las nuevas tecnologías en el diccionario y llevamos tiempo en esa dirección», insistía una vez más este jueves en un desayuno organizado por la Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera. Y es que aunque a muchos les parezca difícil de creer, lo cierto es que la RAE fue pionera en adaptarse a las nuevas tecnologías.
Ya en 1999 alcanzaron un primer acuerdo con Microsoft para transladar el contenido de las páginas de su diccionario a los ordenadores. Sus inicios electrónicos se escribieron en CDs que a buen seguro ya acumulan polvo en los cajones de muchas casas españolas, y en 2004 llegó la primera versión para Internet. Su última aportación ha sido las aplicaciones para móviles y tabletas y en breve ya se podrá consultar online la última versión del diccionario. Incluso tienen previsto llevar a cabo el proceso contrario en la próxima edición. «Será al revés, haremos primero una versión online y luego la volcaremos al papel», vaticina Villanueva.
«Los SMS pueden ser enriquecedores»
La Academia resta importancia a que las nuevas tecnologías deriven en una degradación del lenguaje. Contra todo pronóstico, José Manuel Blecua y Darío Villanueva, presidente saliente y entrante, respectivamente, consideran que se trata de un tipo de escritura limitada a un contexto concreto, que incluso, puede ser enriquecedora para la lengua. «Los manuscritos medievales están llenos de abreviaturas y en las comunicaciones telegráficas se prescindía de nexos para ahorrar palabras», contestan a los más apocalípticos. «Es una manifestación más de cómo jugamos con las palabras», puntualiza Villanueva, que opta por ver la botella medio llena: «El tuit tiene una cosa muy buena: ayuda a desarrollar la capacidad de síntesis».
Y es que a su juicio, la verdadera partida se juega en la educación, que es la que tiene que esforzarse para que las nuevas generaciones sepan diferenciar en qué ámbito se debe usar un tipo u otro de lenguaje. «La Academia no tiene competencias en la enseñanza reglada», explica José Manuel Blecua, «no tienen capacidad para entrar, ni deben entrar porque no se crearon para eso», añade. Darío Villanueva subraya que la publicidad es incluso una amenaza mayor para la degradación del lenguaje, que a su juicio, no siempre se tiene en cuenta.
Además de la evolución hacia las nuevas tecnologías, el principal reto de la Academia pasa ahora por conseguir el equilibrio presupuestario. En los últimos años han visto cómo la aportación del Gobierno se reducía un 60%, a lo que hay que sumar los estragos que está haciendo la crisis del sector editorial. «Todavía hay una gran confusión acerca de cómo rentabilizar los productos intelectuales en la web», lamentan. Pese a todo, se enorgullecen de ser una institución sin deudas, y aseguran que se acaba de constituir una sociedad de gestión externa que aplicará un plan de negocio «contrastado».
Y es que los datos les avalan. La última versión del diccionario de la RAE recibió el mes pasado más de 43 millones de visitas. Para los académicos, el dato no solo es una buena muestra de la preocupación de la gente por la corrección del lenguaje, sino que recuerdan que se ha convertido en una herramienta inigualable para tomar el pulso a la sociedad. Por ejemplo, el hecho de que Estados Unidos sea el quinto país que más lo consulta indica la importancia que está adquiriendo allí la comunidad hispanohablante y nadie se extrañó cuando en el mes de junio la palabra más buscada fue «abdicación». Por cierto, que todavía hay margen para la esperanza: salvo excepciones marcadas por la actualidad, la palabra más buscada es «cultura».