Y la desigualdad económica ha tocado su techo en los últimos 30 años: hoy, el 10 por ciento más rico de la población en el área OCDE gana 9,5 veces más que el 10 por ciento más pobre. En la década de 1980 la proporción se situó en 7:1. España es el país en el que esa brecha ha aumentado más: en 2011, la renta media del 10 por ciento de la población con más ingresos era 14 veces mayor que el promedio del 10 por ciento con menos recursos; en el año 2007 era 8,4 veces mayor. Mientras que también fue el país en el que la reducción de desigualdades entre 1985 y 2005 incrementó más su PIB entre 1990 y 2010.
La desigualdad económica en la que se centra le informe, establecida en 3 puntos del Índice de Gini como término medio en la OCDE en los últimos 20 años, supone una pérdida de crecimiento económico de 0,35 puntos durante 25 años; es decir, el PIB de estos países analizados ha sufrido una pérdida acumulada del 8,5 por ciento. Ésta es la cifra media porque en algunos países los datos son más elevados. El aumento de la desigualdad se estima que ha golpeado en más de 10 puntos porcentuales de crecimiento en México y Nueva Zelanda; casi 9 puntos en el Reino Unido, Finlandia y Noruega; y entre 6 y 7 puntos en los Estados Unidos, Italia y Suecia. Por otro lado, una mayor igualdad antes de la crisis ayudó a aumentar el PIB per cápita en España (como ya se ha indicado), Francia e Irlanda.
La OCDE ya advirtió en junio que la pobreza ha aumentado en muchos de sus países desde 2007, lo que ha eliminado los progresos que se habían producido en los 20 años anteriores en la mejora de los niveles de vida de los hogares de bajos ingresos. Según esta organización internacional los ingresos del 10 por ciento más pobre de los asalariados crecieron mucho más lentamente durante los años prósperos y cayeron durante las crisis, poniendo a «la pobreza de ingresos en el radar de la política preocupaciones», según recoge este último análisis.
La importancia de la educación
Pero, ¿por qué la desigualdad impacta en el crecimiento económico? Una de las razones apuntadas es que los miembros más pobres de la sociedad son menos capaces de invertir en su educación: «La desigualdad de ingresos socava las oportunidades de educación para las personas desfavorecidas, reduciendo la movilidad social y obstaculizando el desarrollo de competencias».
Esta organización económica, que incluye a los países más ricos del mundo, insiste en que «los beneficios del crecimiento no se filtran automáticamente a toda la sociedad»; es decir, que no es real que un mayor PIB supone una mejora económica global de toda la ciudadanía. Por ello, indica que no se trata únicamente de actuar a favor de los más empobrecidos, o del 10 por ciento de la población menos favorecida, sino que hay que preocuparse con carácter general del 40 por ciento de los que tienen los ingresos más reducidos. Y da una clave: «Las políticas redistributivas no reducen el crecimiento económico, en el peor de los casos son neutrales».
«Los programas contra la pobreza no serán suficientes (...) La política también tiene que enfrentar el legado histórico de la falta de inversión por parte de grupos de bajos ingresos en la educación formal. Las estrategias para fomentar el desarrollo de competencias deben incluir la mejora de la formación relacionada con el trabajo y la educación para las personas poco cualificadas», recomienda el conocido como 'club de los países ricos'.